
Una tregua que no llega y una cumbre que se desvanece. Así se podría resumir la reciente suspensión de la esperada reunión entre el expresidente estadounidense Donald Trump y el presidente ruso Vladimir Putin, prevista para noviembre de 2025 en Budapest. El anuncio oficial de la Casa Blanca el 21 de octubre confirmó que no hay planes inmediatos para este encuentro, luego de que una llamada telefónica entre el secretario de Estado estadounidense y su homólogo ruso fuera calificada como “productiva” pero suficiente para postergar la cita presencial.
Desde el inicio, esta cumbre se presentó como una oportunidad para “poner fin” a la guerra en Ucrania, en un contexto donde la prolongada confrontación ha desgastado a ambas partes y tensado la estabilidad regional. Sin embargo, la realidad mostró un escenario mucho más complejo, con Moscú rechazando un alto el fuego inmediato y exigiendo concesiones territoriales por parte de Ucrania, una condición inaceptable para Washington y sus aliados europeos.
“Supongo que los rusos querían demasiado y se hizo evidente para los estadounidenses que no habrá acuerdo para Trump en Budapest”, comentó a Reuters un alto diplomático europeo, reflejando el desencanto que permea en los círculos internacionales. La Unión Europea, por su parte, ha instado a Estados Unidos a mantener firme su exigencia de un alto el fuego inmediato, considerando las líneas actuales del frente como base para negociaciones futuras.
Mientras tanto, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky ha denunciado que Rusia está haciendo todo lo posible para evitar la diplomacia, aunque reconoce que las discusiones sobre la línea del frente son un “comienzo”. En un gesto simbólico, Zelensky se reunió con Trump en Washington, buscando apoyo para el suministro de armas de largo alcance que podrían cambiar el curso del conflicto, pero regresó sin los misiles Tomahawk que esperaba.
La llamada telefónica entre los secretarios de Estado, Marco Rubio y Sergey Lavrov, fue descrita como “productiva” pero insuficiente para justificar la reunión presencial. La Casa Blanca no entregó detalles sobre las razones específicas de la suspensión, pero fuentes como Reuters sugieren que la negativa rusa a un alto el fuego inmediato fue el factor decisivo.
Este episodio se suma a la historia reciente de encuentros entre Trump y Putin, como la cumbre en Alaska en agosto, que terminó sin acuerdos concretos. La decisión de archivar la reunión de Budapest parece una medida para evitar otro fracaso diplomático que podría debilitar la posición estadounidense.
Este impasse revela varias verdades incontestables. Primero, que la guerra en Ucrania no se resolverá con gestos simbólicos o reuniones apresuradas, sino con negociaciones profundas y concesiones difíciles. Segundo, que la diplomacia entre Washington y Moscú sigue siendo un campo minado, donde la desconfianza y los intereses contrapuestos limitan cualquier avance real.
Finalmente, la suspensión de la cumbre evidencia que la comunidad internacional está atrapada en una disonancia cognitiva: el deseo de paz choca con la realidad de una guerra que se prolonga y se endurece, mientras los actores buscan ganar terreno en el tablero geopolítico.
Este capítulo pone al descubierto la complejidad del conflicto y la necesidad de un enfoque más sustentado y paciente, lejos de la inmediatez y la teatralidad de anuncios prematuros. La guerra sigue, y la diplomacia, por ahora, permanece en pausa.
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Fuentes: Reuters, declaraciones oficiales de la Casa Blanca, análisis de diplomáticos europeos, entrevistas con el presidente Zelensky.
2025-06-07