
Desde las 11:00 horas del 26 de noviembre, el Festival de Viña del Mar 2026 entró en una nueva etapa: la preventa de entradas para sus seis noches de música y humor, que se extenderán del 22 al 27 de febrero en la emblemática Quinta Vergara. Este proceso, exclusivo para clientes Santander y Entel, se extenderá por 48 horas o hasta agotar el stock disponible, para luego dar paso a la venta general el 28 de noviembre a las 11:30 horas a través de Puntoticket.
El certamen, que por décadas ha sido un reflejo de la cultura popular chilena y un espacio de convergencia social, vuelve a poner en escena no solo a artistas de renombre sino también a las tensiones y debates que acompañan a un evento de esta magnitud.
La preventa limitada a ciertos clientes bancarios y de telecomunicaciones ha generado un escenario donde el acceso se vuelve un privilegio, lo que ha desatado críticas y cuestionamientos sobre la democratización del evento. “La exclusividad en la preventa refuerza las barreras de acceso a un festival que debería ser patrimonio de todos los chilenos,” señala un académico en sociología cultural.
Por otro lado, desde la organización se argumenta que esta estrategia es necesaria para ordenar la demanda y evitar la reventa masiva, un mal histórico que ha afectado la experiencia de los asistentes.
La parrilla artística, ya revelada, muestra un equilibrio entre la nostalgia y la innovación. Figuras como Gloria Estefan, Pet Shop Boys y Juanes representan la continuidad de un legado musical que ha marcado generaciones, mientras que la inclusión de NMIXX, grupo surcoreano de K-pop, evidencia la apertura del festival a nuevas tendencias globales.
El domingo 22 abrirá Gloria Estefan y cerrará Matteo Bocelli; el lunes 23 será el turno de Pet Shop Boys y Bomba Estéreo; el martes 24 destacará Jesse & Joy junto a NMIXX; el miércoles 25 Juanes y Ke Personajes; el jueves 26 Mon Laferte y Yandel Sinfónico; y el viernes 27 cerrará con Paulo Londra, Pablo Chill-E y Milo J.
Esta diversidad no está exenta de debates. Mientras algunos sectores celebran la internacionalización y la inclusión de géneros urbanos y globales, otros reclaman que el festival pierda su identidad local y su función como espacio de expresión cultural chilena.
Entre las opiniones recogidas, hay quienes valoran el festival como una instancia de encuentro social y cultural, fundamental para el turismo y la economía regional. “Viña es una fiesta que trasciende la música, es un espacio de celebración colectiva que une a Chile,” comenta un comerciante local.
En contraste, organizaciones sociales y algunos sectores políticos advierten sobre la necesidad de que el evento se adapte a las nuevas demandas sociales, incluyendo mayor diversidad en la programación y políticas de acceso más inclusivas.
A más de un mes del inicio del Festival de Viña 2026, queda claro que el evento sigue siendo un escenario donde convergen intereses económicos, culturales y sociales. La preventa exclusiva ha tensionado la noción de acceso democrático, mientras que la programación refleja la tensión entre tradición y modernidad cultural.
El Festival de Viña continúa siendo un termómetro de las transformaciones sociales en Chile, un espacio donde se juegan no solo la música y el espectáculo, sino también las narrativas sobre identidad, pertenencia y equidad.
El desafío para los organizadores y la sociedad en su conjunto será equilibrar estos elementos para que la fiesta mantenga su vigencia y relevancia en un Chile que no deja de cambiar.