
La velocidad como enemigo silencioso
En junio de 2025, un estudio del Ministerio de Transportes y la Mutual de Seguridad reveló que el 98% de las infracciones detectadas en Santiago correspondían a exceso de velocidad. Más de 180 mil vehículos fueron controlados en la Alameda, y un 24% superó el límite permitido, incluso algunos alcanzaron velocidades superiores a 100 km/h en zona urbana, donde el máximo es 50 km/h.
Juan Carlos Muñoz, ministro de Transportes, expresó: 'Esto es gravísimo', alertando sobre la magnitud del problema.
Este fenómeno no es exclusivo de la capital. En regiones, la velocidad imprudente también ha dejado huellas dolorosas.
El 26 de mayo, un fatal accidente en la Ruta 5 Sur, en San Fernando, cobró la vida de dos personas y dejó cerca de veinte heridas. La Fiscalía atribuyó preliminarmente el siniestro a condiciones climáticas adversas combinadas con exceso de velocidad del conductor.
En enero, un accidente similar en Bolivia dejó 19 fallecidos, con investigaciones apuntando a la inexperiencia del chofer y el exceso de velocidad como causas principales.
Perspectivas divergentes sobre causas y soluciones
Desde la opinión pública hasta las autoridades, las voces convergen en la gravedad del problema, pero divergen en las soluciones.
Algunos automovilistas valoran los controles tecnológicos, pero reclaman que estos deben ir acompañados de campañas educativas que fomenten la conciencia y responsabilidad vial.
Un conductor consultado por medios locales señaló: 'No se trata solo de sancionar, sino de enseñar'.
Expertos en seguridad vial destacan que la velocidad excesiva no solo genera más accidentes, sino que también agrava las consecuencias de los siniestros, aumentando la mortalidad y la gravedad de las lesiones.
Desde el sector laboral, la Mutual de Seguridad señaló que siete de cada diez muertes en contexto de trabajo están relacionadas con accidentes de tránsito, reforzando la importancia de abordar la velocidad como un factor crítico para la seguridad en general.
Un desafío de largo plazo para Chile
La persistencia del problema muestra que las medidas adoptadas hasta ahora no han sido suficientes para cambiar conductas arraigadas.
La reducción del límite urbano de velocidad de 60 a 50 km/h, vigente desde 2018, ha logrado una baja en la duración de licencias médicas por accidentes laborales, pero la alta tasa de infracciones indica que la cultura vial aún no acompaña la normativa.
El problema no solo es técnico o legal, sino también social y cultural. La velocidad excesiva es un síntoma de una relación compleja entre el individuo, el espacio urbano, la percepción del riesgo y la presión del tiempo.
Conclusiones y desafíos
El exceso de velocidad en Chile es un problema multifacético que se manifiesta en cifras alarmantes y tragedias humanas visibles.
Las evidencias confirman que el control automatizado detecta una mayoría abrumadora de infracciones por esta causa, pero también que la educación y la cultura vial requieren un impulso sostenido y renovado.
La experiencia internacional y los estudios nacionales coinciden en que la combinación de sanciones, educación, infraestructura segura y responsabilidad social es la fórmula más efectiva.
Sin embargo, la velocidad no solo es un problema de multas o leyes, sino de hábitos y valores colectivos. Cambiar esa realidad implica un compromiso conjunto de autoridades, ciudadanos y actores sociales para construir una convivencia vial más segura y respetuosa.
En definitiva, el exceso de velocidad no es solo una infracción: es un desafío de convivencia y de respeto a la vida que Chile debe enfrentar con urgencia y profundidad.