
Un fuego voraz que no solo consumió edificios, sino también certezas. El 20 de noviembre de 2025, un incendio de nivel 5 —la máxima gravedad— arrasó siete bloques del complejo Wang Fuk Court en Tai Po, Hong Kong, dejando a su paso 36 muertos y 279 desaparecidos. Más allá de las cifras, esta tragedia desnudó una compleja red de factores estructurales, sociales y políticos que han marcado la seguridad urbana en la región.
El fuego comenzó en un edificio donde se instalaron andamios de bambú, material tradicional en Hong Kong por su bajo costo y flexibilidad. Sin embargo, la combinación con poliestireno expandido —un aislante térmico inflamable— permitió que las llamas se propagaran con rapidez alarmante, saltando de piso en piso a través de pasillos y fachadas.
Andy Yeung Yan-ki, director del servicio de Bomberos, reconoció que la presencia de estos materiales agravó la emergencia. Más de 800 bomberos y paramédicos, apoyados por drones, trabajaron contrarreloj para controlar el siniestro, mientras 29 personas fueron ingresadas a hospitales, siete en estado crítico.
Desde el gobierno local, el jefe ejecutivo John Lee expresó condolencias y prometió esfuerzos máximos para minimizar pérdidas, pero la tragedia ha reactivado un debate profundo sobre la seguridad en la construcción y la gestión urbana en Hong Kong.
Sectores críticos y activistas sociales denuncian que la prevalencia de andamios de bambú y materiales inflamables responde a una lógica de reducción de costos que pone en riesgo a comunidades vulnerables. Tai Po, un barrio con alta densidad poblacional y viviendas de baja renta, concentra a miles de residentes que dependen de estas estructuras para mantener y ampliar sus hogares.
Por otro lado, autoridades y expertos en urbanismo destacan que la rápida urbanización y la presión inmobiliaria han generado condiciones que dificultan controles efectivos, y que la tragedia evidencia la necesidad urgente de revisar normativas y protocolos.
Vecinos y familiares de desaparecidos relatan la impotencia y el terror vivido. “Las llamas se expandaron tan rápido que no hubo tiempo para evacuar”, dice una residente afectada, mientras reclama mayor apoyo estatal y garantías para evitar que tragedias similares se repitan.
Esta tragedia también ha generado solidaridad internacional, con mensajes de condolencias del presidente chino Xi Jinping y la movilización de ONG locales e internacionales para asistir a los damnificados.
A casi una semana del desastre, queda claro que la tragedia en Hong Kong es más que un incendio: es un espejo que refleja tensiones sociales, económicas y políticas profundas.
La combinación de materiales inflamables en construcciones precarias, la densidad habitacional y la gestión pública insuficiente conforman un cóctel que puede detonarse en cualquier momento.
La discusión no se limita a Hong Kong. Ciudades densas en Asia y el mundo enfrentan desafíos similares, donde la seguridad y el bienestar de los sectores populares se ven comprometidos por decisiones económicas y políticas.
En definitiva, este episodio obliga a repensar la relación entre desarrollo urbano, justicia social y prevención de riesgos, recordándonos que detrás de cada cifra hay vidas y comunidades que merecen protección y dignidad.