La guerra de Ucrania tras la Operación Telaraña: un pulso tecnológico que redefine el conflicto

La guerra de Ucrania tras la Operación Telaraña: un pulso tecnológico que redefine el conflicto
Internacional
Europa
2025-11-26
Fuentes
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- Innovación militar: Ucrania ejecuta una operación con más de 100 drones contra la flota aérea rusa.

- Desgaste estratégico: Rusia pierde capacidad en el Mar Negro y enfrenta ataques en su territorio.

- Narrativas enfrentadas: Kiev proyecta victoria; Moscú insiste en condiciones inaceptables para la paz.

El 1 de junio de 2025 marcó un hito en la prolongada guerra entre Ucrania y Rusia. Ucrania desplegó 117 drones en la llamada "Operación Telaraña", atacando 41 aviones militares rusos en bases aéreas situadas a miles de kilómetros del frente de combate. Este episodio, lejos de ser un simple ataque, expone un giro estratégico y tecnológico que ha ido madurando durante más de tres años de conflicto.

Desde Kiev, el presidente Volodimir Zelenski destacó que la ofensiva alcanzó al 34% de la flota de misiles de crucero estratégicos rusa, un golpe significativo a la capacidad aérea enemiga. Por su parte, el Kremlin mantiene una postura rígida, condicionando un eventual alto al fuego a demandas que Ucrania califica de inaceptables.

En este escenario, el filósofo y documentalista Bernard-Henri Lévy, quien ha seguido de cerca la evolución bélica, afirma que la operación es una “bofetada para Rusia” y una prueba palpable de que Ucrania está en camino a la victoria. “Ucrania es David ante el Goliat de Rusia, casi 30 veces más grande”, escribió, resaltando la audacia y sofisticación alcanzadas por el ejército ucraniano.

La narrativa ucraniana se apoya en un proceso de adaptación tecnológica y táctica que ha permitido a sus fuerzas no solo resistir, sino también contraatacar con eficacia en múltiples frentes. Desde el hundimiento del buque Moskva en 2022 hasta los repetidos ataques al puente de Kerch, la estrategia ucraniana ha ido erosionando la presencia rusa en el Mar Negro y obligando a Moscú a redistribuir sus fuerzas.

No obstante, la visión rusa es diametralmente opuesta. Moscú insiste en que la guerra solo terminará bajo condiciones favorables a sus intereses, y considera que las operaciones ucranianas, aunque dañinas, no alteran el equilibrio estratégico fundamental. En la opinión oficial, estas acciones son parte de un conflicto prolongado que debe resolverse con negociaciones en las que Ucrania debe ceder.

Desde el punto de vista regional, la guerra ha recalibrado las relaciones de poder en Europa del Este, poniendo en jaque la seguridad y estabilidad de la zona. Para la sociedad civil ucraniana, cada ataque exitoso representa un símbolo de resistencia y esperanza, mientras que para la población rusa, la prolongación del conflicto genera incertidumbre y desgaste.

Este choque de perspectivas se refleja también en la comunidad internacional, donde las opiniones oscilan entre el apoyo a la defensa ucraniana y la preocupación por una escalada que podría extenderse más allá de las fronteras actuales.

Tras más de tres años, la guerra ha dejado de ser un enfrentamiento convencional para convertirse en una contienda híbrida, donde la tecnología, la inteligencia y la capacidad de adaptación son tan decisivas como el número de efectivos o armamento pesado.

La Operación Telaraña no es solo un ataque puntual, sino la expresión de un proceso de maduración estratégica que desnuda las debilidades rusas y pone en evidencia la resiliencia ucraniana. Sin embargo, la forma en que esta victoria parcial se traducirá en un desenlace definitivo aún es incierta.

En definitiva, mientras Kiev exhibe confianza y avances tecnológicos que desafían la lógica tradicional de la guerra, Moscú se aferra a su narrativa de resistencia y negociación dura. Esta dualidad plantea un escenario en que la guerra podría prolongarse, pero con un equilibrio de fuerzas cada vez más inclinado hacia Ucrania.

La historia reciente muestra que la guerra contemporánea no solo se decide en el campo de batalla, sino en las redes de información, la innovación y la capacidad para sostener la resistencia. En este sentido, la ofensiva ucraniana es un claro antecedente de cómo la tecnología puede redefinir conflictos aparentemente estancados.

La conclusión es que, aunque la victoria final aún no está escrita, la Operación Telaraña ha dejado una marca indeleble en la dinámica del conflicto, señalando que la guerra entre Ucrania y Rusia ya no es la misma que en 2022. El pulso tecnológico y estratégico está instalado, y sus consecuencias seguirán moldeando el futuro inmediato de Europa y el mundo.