Presión de Estados Unidos a la OTAN: ¿Un salto inevitable en gasto militar o una carga insostenible para Europa?

Presión de Estados Unidos a la OTAN: ¿Un salto inevitable en gasto militar o una carga insostenible para Europa?
Internacional
Europa
2025-11-26
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- Estados Unidos impulsa un aumento drástico de gasto militar en la OTAN.

- Europa enfrenta dilemas estratégicos y económicos ante la propuesta.

- Diversas voces políticas y sociales muestran profundas divisiones sobre el futuro de la alianza.

Un desafío en la arena internacional

El 5 de junio de 2025, el secretario estadounidense de Defensa, Pete Hegseth, reafirmó la presión de Estados Unidos para que los países miembros de la OTAN eleven sus gastos en defensa al 5% del PIB, una cifra que más que duplica el compromiso actual del 2% acordado años atrás. Esta exigencia, impulsada por la administración estadounidense como continuación de la política iniciada durante el gobierno de Donald Trump, ha encendido un debate que no solo atraviesa fronteras, sino que también divide a la opinión pública, a gobiernos y a expertos en seguridad.

“Nuestro mensaje seguirá siendo claro: disuasión y paz a través de la fuerza, pero no puede ser dependencia”, afirmó Hegseth en Bruselas, recordando que la alianza debe dejar de depender unilateralmente de Estados Unidos en un mundo repleto de amenazas.

Perspectivas en choque: Washington y Europa en pugna

Desde Washington, la narrativa es contundente: la OTAN debe fortalecer su capacidad militar para enfrentar un escenario global cada vez más volátil y multipolar. La propuesta apunta a un gasto militar que permita a Europa asumir un rol más activo y autónomo en su defensa, reduciendo la carga que actualmente recae sobre Estados Unidos.

Sin embargo, en el corazón del continente europeo, la respuesta no es homogénea. Alemania, uno de los pilares de la alianza, ha admitido que cumplir con esta meta implicaría un aumento significativo en su plantilla militar —entre 50.000 y 60.000 soldados adicionales, según el ministro de Defensa Boris Pistorius—, lo que supone retos logísticos, sociales y presupuestarios considerables.

“Es sólo una estimación, pero debemos prepararnos para una transformación profunda de nuestras fuerzas armadas y de nuestra sociedad”, señaló Pistorius, evidenciando la magnitud del desafío.

En países con economías más frágiles o con gobiernos más reticentes a la militarización, la propuesta estadounidense ha sido recibida con escepticismo y preocupación. Sectores políticos de izquierda y movimientos sociales advierten que este aumento puede desviar recursos esenciales para políticas sociales y exacerbar tensiones internas, además de alimentar una carrera armamentista que podría desestabilizar la región.

El pulso social y político detrás del gasto militar

En Francia, España y países del Este europeo, el debate ha generado una fragmentación notable. Mientras algunos gobiernos ven el aumento como una oportunidad para modernizar sus capacidades y fortalecer la defensa colectiva, otros temen que la presión estadounidense desatienda las prioridades nacionales y fomente un alineamiento que no siempre coincide con sus intereses estratégicos.

“No podemos sacrificar el bienestar social y la cohesión interna en nombre de una militarización acelerada”, advierten organizaciones civiles y académicos que llaman a un debate más amplio y democrático sobre la seguridad europea.

Contexto histórico y económico: ¿un salto sin precedentes?

El compromiso original de destinar al menos el 2% del PIB a defensa fue un acuerdo alcanzado en 2014, en un contexto muy distinto, marcado por la anexión rusa de Crimea y la crisis en Ucrania. Sin embargo, la propuesta de elevar ese gasto al 5% representa un salto cuantitativo y cualitativo que podría transformar radicalmente la arquitectura de seguridad europea.

Desde la perspectiva económica, el aumento implica desembolsos que podrían superar los 200.000 millones de dólares anuales en conjunto, en un momento en que muchas economías europeas aún lidian con las secuelas de la pandemia, la inflación y la transición energética.

Verdades y consecuencias que emergen

El pulso entre Estados Unidos y sus aliados europeos revela una tensión latente entre la necesidad de una defensa sólida y la realidad económica y social de cada país. La insistencia estadounidense busca fortalecer una alianza que percibe amenazada en su rol global, pero enfrenta resistencias legítimas que cuestionan la viabilidad y el costo de esta estrategia.

La cumbre de la OTAN en La Haya, prevista para finales de noviembre de 2025, será el escenario donde se definirá si esta propuesta se materializa o se modera, con posibles acuerdos intermedios como el planteado por el secretario general Mark Rutte, que propone un 3,5% para 2032.

En definitiva, la historia que se escribe en estos meses no solo impactará la seguridad de Europa y el equilibrio global, sino que también pondrá a prueba la cohesión interna de la OTAN y la capacidad de sus miembros para conjugar defensa, economía y bienestar social. El espectador atento observa cómo se despliegan las tensiones, conscientes de que detrás de cada cifra y cada discurso hay decisiones que moldearán el futuro de millones.

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Fuentes consultadas: La Tercera (2025-06-05), declaraciones oficiales de Pete Hegseth y Boris Pistorius, análisis de expertos en seguridad europea y organizaciones civiles.