
Un recorrido que se transformó en ritual
Desde sus inicios en Independencia, pasando por Rancagua y el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), el Festival nacional de música para la infancia FestiCrin se ha consolidado como un espacio único en Chile. La edición número 11, que concluye con dos fechas gratuitas en Santiago y Viña del Mar, no solo celebra la música, sino que también visibiliza una transformación cultural profunda: la infancia como protagonista activa y merecedora de espacios propios.
Un público que exige más y mejor
El festival ha sido una respuesta directa a la demanda de una generación de familias que buscan opciones culturales que respeten y estimulen la creatividad infantil. Como explica la asociación organizadora, Creadores Infantiles de Chile, 'el objetivo es construir un puente entre artistas y niños, donde la música se convierte en un lenguaje común y un derecho cultural'.
El cierre en Santiago, en el Parque Mapocho Río (Cerro Navia), y la última función en el Museo Artequin de Viña del Mar, son más que eventos: son escenarios donde convergen voces, emociones y aprendizajes que trascienden la mera entretención. Artistas como Volantín, Lechuga Mecánica y Mapocho Orquesta han sido parte de este diálogo musical, que desafía la idea tradicional de la infancia como un simple receptor pasivo.
Perspectivas encontradas sobre el valor cultural y social
Desde el ámbito político y social, el festival ha sido interpretado de diversas maneras. Por un lado, sectores que promueven la descentralización cultural y la inclusión social valoran este tipo de iniciativas como un avance hacia una sociedad más equitativa y plural. Desde las comunas donde se ha presentado, se percibe un impacto positivo en la cohesión comunitaria y la valoración de la infancia como sujeto de derechos.
En contraste, algunos críticos plantean interrogantes sobre la sostenibilidad de eventos gratuitos y su dependencia de fondos públicos o privados, cuestionando si estas iniciativas pueden realmente transformar el panorama cultural infantil más allá de episodios puntuales. También se debate si la masificación puede diluir la calidad artística o el compromiso con contenidos pedagógicos profundos.
La infancia y la cultura: un vínculo en construcción
Este festival no solo ha sido un espacio de música, sino también un laboratorio social donde se experimenta con la idea de infancia activa, participativa y culturalmente empoderada. En un contexto donde la crianza y la educación están en constante revisión, FestiCrin refleja un cambio generacional en la forma en que la sociedad chilena concibe y valora los derechos culturales de los niños.
Las dos fechas finales, el 29 de noviembre en Santiago y el 6 de diciembre en Viña del Mar, se presentan como el cierre de un ciclo, pero también como una invitación a reflexionar sobre qué espacios culturales se necesitan para las futuras generaciones.
Conclusiones y desafíos futuros
La experiencia de FestiCrin evidencia que la cultura infantil no debe ser un complemento, sino un eje central en la política cultural y educativa. Sin embargo, persisten preguntas sobre cómo garantizar la continuidad y profundidad de estos espacios, cómo evitar la fragmentación cultural y cómo integrar a la infancia en un diálogo más amplio que incluya diversidad social, regional y generacional.
En definitiva, el festival es un espejo donde se refleja una sociedad en tensión entre preservar tradiciones y abrirse a nuevas formas de entender la infancia y la cultura. El desafío es que esta reflexión trascienda las fechas del calendario y se traduzca en políticas públicas y prácticas sociales que reconozcan a los niños como ciudadanos culturales de pleno derecho.