
El pasado 3 de junio de 2025, en un encuentro que ha marcado un hito en la investigación por el caso ProCultura, el gobernador Claudio Orrego se reunió con Rodrigo Quintana, presidente subrogante del Consejo de Defensa del Estado (CDE). La cita, destinada a coordinar la restitución de más de mil millones de pesos entregados a la fundación liderada por Alberto Larraín para el programa "Quédate", no pasó desapercibida ni para el Ministerio Público ni para la opinión pública, que observa con atención las complejas aristas de este caso que ha sacudido la política y la justicia chilenas.
Orrego, quien mantiene calidad de imputado en la investigación, no es un actor pasivo en esta trama. Su vínculo con ProCultura y las sospechas derivadas de conversaciones extraídas del celular del psiquiatra Larraín han tensionado la percepción pública y judicial. En los pasillos del Ministerio Público, la reunión fue calificada como una jugada "incómoda" y hasta instrumentalizada, aprovechando la ausencia temporal del titular del CDE, Raúl Letelier.
Desde el CDE, se desdramatiza el encuentro, enfatizando que la reunión se enmarca en la representación legal del Gobierno Regional Metropolitano para recuperar fondos públicos. Sin embargo, fuentes cercanas al organismo reconocen que, hasta ahora, no existen evidencias concluyentes que comprometan directamente a Orrego, aunque advierten que la investigación está abierta a ampliaciones de querellas, especialmente contra la cúpula de ProCultura y eventualmente otros funcionarios públicos.
Una fuente del Ministerio Público señaló: "Imagínese cuando tengan que querellar en su contra o explicar por qué no lo hicieron", reflejando la tensión latente entre la Fiscalía y las autoridades involucradas.
Por su parte, sectores críticos al gobernador ven en esta reunión una maniobra para diluir responsabilidades o, incluso, para generar una narrativa favorable en medio del proceso judicial. La cercanía histórica de Orrego con la exconcertación y su vínculo con figuras como Alberto Larraín alimentan esta sospecha.
Rodrigo Quintana, abogado con amplia trayectoria en el Estado y el Partido Socialista, ha sido foco de cuestionamientos debido a sus conexiones políticas y su rol en el CDE. Su participación en este caso, dada su cercanía con sectores tradicionales de la izquierda, añade una capa más de complejidad a la percepción del público y los actores políticos.
Mientras en Santiago se desarrolla esta reunión clave, el equipo liderado por el fiscal regional de Antofagasta, Juan Castro Bekios, se trasladó a la región de Coquimbo para asumir formalmente la investigación, antes en manos de Patricio Cooper. Este relevo se produce tras cuestionamientos legales que afectaron la validez de algunas pruebas, como las escuchas ilegales a la exesposa de Larraín.
El traspaso busca garantizar la continuidad y solidez de la investigación, con miras a nuevas diligencias y sin margen para errores. La Fiscalía mantiene la esperanza de revertir las decisiones judiciales adversas, aunque reconoce la dificultad de este camino.
Este episodio revela la complejidad de un caso que no solo involucra la malversación de fondos públicos, sino también la intersección de intereses políticos, judiciales y personales. La reunión entre un imputado y el presidente subrogante del CDE pone en evidencia las tensiones entre la institucionalidad y la política, y cómo estas pueden influir en el desarrollo de una investigación judicial.
Queda claro que la transparencia y la rigurosidad serán fundamentales para evitar la percepción de impunidad o manipulación. Además, el caso ProCultura se ha convertido en un espejo de las dificultades que enfrenta el sistema chileno para lidiar con la corrupción y la responsabilidad política en un contexto de alta polarización.
En definitiva, mientras la justicia avanza con cautela y bajo la lupa pública, la ciudadanía observa expectante, consciente de que las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones profundas en la confianza institucional y en la política nacional.