La transformación educativa tras la pandemia: avances, tensiones y desafíos que persisten

El escenario educativo chileno ha vivido una metamorfosis marcada por la pandemia, cuyos efectos aún resuenan en aulas y hogares. A casi seis meses de los anuncios oficiales, la evaluación de los avances en educación pública revela una trama compleja de logros, resistencias y desafíos pendientes.

En junio de 2025, el Presidente Gabriel Boric destacó en su última Cuenta Pública los avances en educación tras las "duras consecuencias de la pandemia". Entre los hitos resaltó la aprobación de la ley de modernización de la educación parvularia, un cambio legislativo largamente esperado que busca mejorar la calidad y el acceso a jardines infantiles, así como la instalación del 50% de los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP), pasando de 11 a 38 en todo el país.

Un gobierno en la encrucijada educativa

Desde una perspectiva oficial, el Gobierno ha impulsado un plan de reactivación educativa con asesoría transversal, orientado a enfrentar las dificultades de aprendizaje y la baja asistencia escolar que dejó la pandemia. "Hemos trabajado en conjunto con profesores y profesoras, con asistentes de la educación, para abordar las consecuencias de la pandemia en las escuelas", afirmó Boric.

Sin embargo, en el terreno, las voces del mundo docente y las comunidades educativas reflejan una realidad más matizada. Mientras algunos reconocen avances en infraestructura y recursos, otros alertan sobre la persistencia de desigualdades territoriales y la insuficiente atención a la salud mental de estudiantes y profesores, factores que afectan la calidad educativa.

Tensiones políticas y sociales en torno a la educación pública

Desde la oposición, se ha cuestionado la velocidad y eficacia de la implementación de los SLEP. Un parlamentario de centro derecha señaló que "la descentralización educativa debe ir acompañada de mayor fiscalización y recursos, no solo de cambios administrativos". Por otro lado, sectores de izquierda y movimientos sociales han demandado una reforma más profunda, que incluya mayor participación comunitaria y garantías para la educación intercultural y rural.

A nivel regional, el impacto varía: en zonas urbanas, la modernización ha permitido cierta estabilidad, mientras que en territorios rurales y periféricos persisten desafíos estructurales que limitan el acceso y la calidad, evidenciando brechas históricas.

Consecuencias visibles y lecciones aprendidas

La pandemia no solo interrumpió el aprendizaje, sino que visibilizó las fragilidades del sistema educativo chileno. La respuesta gubernamental ha sido un esfuerzo notable por recomponer el tejido educativo desde la base, con foco en la educación inicial y la gestión pública. Sin embargo, la complejidad del problema exige un diálogo más amplio y sostenido entre actores políticos, sociales y educativos.

Es claro que la modernización legislativa y la expansión de los SLEP constituyen pasos importantes, pero no suficientes para cerrar las brechas de desigualdad ni para garantizar una educación de calidad para todas y todos. La salud mental, la capacitación docente y la equidad territorial siguen siendo campos críticos que requieren atención urgente.

En definitiva, el proceso vivido es un recordatorio de que las transformaciones educativas son batallas lentas y difíciles, donde cada avance convive con resistencias y contradicciones. La historia reciente de la educación chilena post-pandemia es, por tanto, un relato de esperanza y desafío, donde el coliseo sigue abierto y el público observa atento, consciente de que el futuro de generaciones depende de estas decisiones y debates.