
Desde el estallido de la ofensiva israelí en Gaza a comienzos de marzo de 2025, el conflicto ha transitado por un camino tortuoso y sin señales claras de resolución. A seis meses del inicio de la guerra, Hamás presentó una contraoferta a la propuesta estadounidense de alto el fuego, exigiendo el fin de la guerra y la salida completa de las tropas israelíes de la Franja, a cambio de la liberación de 28 rehenes, entre vivos y fallecidos.
Este planteamiento, sin embargo, se enfrenta a un muro: el gobierno israelí, encabezado por Benjamin Netanyahu, ha reafirmado su intención de mantener la ofensiva y consolidar la ocupación de territorios en Gaza. La tensión entre estos actores ha mantenido el conflicto en un punto muerto, mientras la población civil sigue pagando el costo más alto.
Desde la óptica palestina, Hamás ha buscado consolidar una posición firme que incluya garantías para el flujo de ayuda humanitaria y el fin del bloqueo, que ha dejado a la población en condiciones extremas. “Buscamos un alto el fuego permanente y la retirada completa de las fuerzas israelíes”, declaró un portavoz de Hamás, reflejando la urgencia de un cambio tangible en el terreno.
Por otro lado, Israel argumenta que la ofensiva es una cuestión de seguridad nacional y que la retirada sin condiciones pondría en riesgo a su población. Esta postura ha encontrado eco en sectores conservadores y en la opinión pública israelí, que percibe la guerra como una defensa necesaria ante amenazas constantes.
La crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado niveles alarmantes. Tras 80 días de bloqueo absoluto, 77 camiones con harina destinados a la población fueron saqueados por personas desesperadas. La escasez de alimentos, medicamentos y servicios básicos ha generado un éxodo interno y un deterioro generalizado.
Organizaciones internacionales como el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la UNRWA han denunciado que, aunque existen reservas suficientes para alimentar a toda la población durante meses, las restricciones israelíes impiden una distribución efectiva. “La situación está al borde del colapso y solo un alto el fuego permitirá salvar vidas”, afirmó un representante del PMA.
La contraoferta de Hamás no solo refleja un intento de negociar con Israel, sino también una respuesta a la presión de otras facciones palestinas, como la Yihad Islámica, que buscan mantener una postura unificada. Sin embargo, estas tensiones internas complican la posibilidad de alcanzar un acuerdo consensuado.
A nivel internacional, la propuesta estadounidense mediadora ha sido recibida con escepticismo por ambas partes. La falta de compromisos claros, especialmente sobre la retirada de tropas israelíes, ha minado la confianza en el proceso.
Este conflicto, lejos de resolverse, ha profundizado heridas históricas y ha evidenciado la fragilidad de los procesos diplomáticos en la región. La guerra ha dejado a Gaza en una situación de emergencia humanitaria crónica, mientras la política y la seguridad continúan siendo un juego de suma cero para las partes involucradas.
La liberación de rehenes y el envío de ayuda son pasos necesarios pero insuficientes sin un compromiso real para terminar con la violencia y el bloqueo. Mientras tanto, la población civil sigue atrapada en una tragedia que se repite y se prolonga, sin un horizonte claro a la vista.
Este episodio subraya la necesidad de enfoques multilaterales que integren las voces diversas de la región y que prioricen la vida y la dignidad humana por sobre las estrategias militares y políticas.
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Fuentes: Cooperativa.cl, Programa Mundial de Alimentos, Naciones Unidas, análisis de expertos en Medio Oriente.