
El martes 27 de mayo de 2025, en la localidad de Rafah, al sur de la Franja de Gaza, se produjo un episodio que desnuda la complejidad y la tragedia humana que persiste en este territorio. Al menos 47 personas resultaron heridas, en su mayoría por disparos del ejército israelí, durante la distribución de ayuda humanitaria en un nuevo centro administrado por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), respaldada por Estados Unidos.
Este hecho no es un incidente aislado, sino el desenlace de un proceso que comenzó con el bloqueo total impuesto por Israel el 2 de marzo, y que llevó a una escasez crítica de alimentos y medicinas en Gaza. La apertura de este centro fue vista por algunos como una esperanza para aliviar la crisis, pero rápidamente se tornó en un escenario de caos y violencia.
El ejército israelí explicó que sus tropas realizaron disparos de advertencia en una zona exterior al centro para controlar la situación, tras una multitud que se precipitó hacia el lugar. En contraste, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en los Territorios Palestinos denunció que la mayoría de los heridos fueron por disparos israelíes, y que los números podrían aumentar a medida que se confirme la gravedad de las lesiones.
Desde la perspectiva israelí, la medida busca mantener el orden y evitar desbordes en un punto de distribución que consideran clave para un nuevo sistema de ayuda que evita la intermediación de la ONU. El ejército sostiene haber restablecido el control rápidamente.
Por otro lado, la ONU y varias agencias internacionales han rechazado colaborar con la Fundación Humanitaria de Gaza, argumentando que opera sin participación palestina y bajo sospechas de alineamiento con Israel. Ajith Sunghay, jefe de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, afirmó: "Lo que vimos ayer es un ejemplo muy claro de los peligros de distribuir alimentos bajo las circunstancias en que la Fundación Humanitaria de Gaza lo está haciendo".
En Gaza, la población vive atrapada entre la urgencia de la ayuda y la desconfianza hacia los mecanismos implementados. Las escenas de caos reflejan no solo la desesperación material, sino también la fractura política y social que dificulta soluciones efectivas.
Regionalmente, actores internacionales observan con preocupación cómo la crisis humanitaria se enreda en disputas políticas y estrategias militares, poniendo en jaque la posibilidad de un alivio sostenible para la población.
Este episodio confirma que la distribución de ayuda en contextos de conflicto armado y bloqueo es un terreno minado, donde la logística humanitaria se ve permeada por intereses políticos y militares. La exclusión de actores clave como la ONU y la falta de participación palestina en la gestión de la ayuda generan desconfianza y riesgos para la población civil.
Además, el uso de la fuerza en un contexto de vulnerabilidad extrema profundiza la tragedia y dificulta la construcción de confianza necesaria para un proceso de paz o al menos de coexistencia menos violenta.
En definitiva, la violencia en Rafah no solo deja heridas físicas, sino que evidencia la persistencia de un conflicto que sigue cobrando vidas y esperanza. La comunidad internacional enfrenta el desafío de repensar sus estrategias, priorizando mecanismos que garanticen la seguridad y dignidad de las personas, más allá de las disputas políticas y militares.
Fuentes consultadas: La Tercera (28/05/2025), Oficina de Derechos Humanos de la ONU, AFP.