El estancamiento de la propuesta de zona desmilitarizada en Ucrania: un conflicto sin tregua ni consenso

El estancamiento de la propuesta de zona desmilitarizada en Ucrania: un conflicto sin tregua ni consenso
Internacional
Conflictos
2025-11-27
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- Disputa diplomática abierta entre Rusia y Ucrania sobre la creación de una zona desmilitarizada.

- Divergencias estratégicas que reflejan intereses enfrentados de potencias y actores locales.

- Implicancias geopolíticas y humanitarias que mantienen el conflicto en un punto muerto.

Un diálogo que no llega. Desde mayo de 2025, la idea de establecer una zona desmilitarizada en la línea de frente entre Rusia y Ucrania ha quedado en un limbo, marcado por la negativa explícita de Moscú a reconocer cualquier propuesta formal de Kiev. El 7 de mayo, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, afirmó que Rusia no ha recibido ni una sola propuesta oficial para crear un espacio libre de armas supervisado por fuerzas occidentales. Este rechazo no solo evidencia la desconfianza que permea la relación bilateral, sino que también refleja las dificultades para avanzar hacia un alto el fuego estable en una guerra que ya se extiende por más de dos años.

Perspectivas enfrentadas: ¿propuesta o negación?

Desde la óptica ucraniana y de algunos actores occidentales, la creación de una zona desmilitarizada sería un paso pragmático para contener la violencia y abrir espacio para negociaciones futuras. Keith Kellogg, enviado especial de la Casa Blanca para Rusia y Ucrania, planteó la idea de un retroceso mutuo de 15 kilómetros por ambos bandos, generando una franja de 30 kilómetros supervisada por fuerzas aliadas, mayormente europeas. Según Kellogg, esta medida reduciría las hostilidades y permitiría un monitoreo efectivo, aunque reconoció que las violaciones al alto el fuego serían inevitables pero controlables.

En contraposición, la posición rusa ha sido tajante: no solo niegan haber recibido una propuesta formal, sino que también consideran que la presencia de fuerzas occidentales en dicha zona sería una provocación directa. Esta postura se enmarca dentro de una estrategia más amplia de evitar cualquier despliegue extranjero en territorio ucraniano que pueda limitar su capacidad operativa o legitimar la influencia occidental en la región.

Voces desde el terreno y la comunidad internacional

En las regiones afectadas, la población civil vive atrapada en esta disputa de narrativas y estrategias. Organizaciones humanitarias denuncian que la ausencia de un acuerdo para disminuir la violencia prolonga el sufrimiento y la inseguridad. Un líder comunitario en Donetsk señaló que “la gente está cansada de las promesas y las negociaciones que no llegan, mientras las balas siguen cayendo”.

Por otro lado, expertos en relaciones internacionales advierten que el estancamiento no solo prolonga el conflicto armado, sino que también dificulta la reconstrucción y la estabilización política en Ucrania y la región. La falta de consenso sobre la zona desmilitarizada refleja un choque de intereses geopolíticos donde la guerra se convierte en un tablero para la competencia entre potencias.

Constataciones y consecuencias

Tras meses de análisis y verificaciones, queda claro que la propuesta de una zona desmilitarizada no ha sido formalmente presentada ni aceptada, y que ambos bandos mantienen posiciones irreductibles. La negativa rusa y la insistencia occidental en supervisar la zona evidencian una brecha profunda en las negociaciones. Esto implica que el conflicto seguirá activo en su modalidad actual, con consecuencias directas para la población civil y la estabilidad regional.

Además, la narrativa oficial de Kiev y Washington, que promueve la zona como un paso hacia la paz, se enfrenta a la realidad de la desconfianza y la resistencia rusa, que interpreta cualquier intervención occidental como un acto hostil. Esta disonancia cognitiva no solo dificulta el diálogo, sino que también alimenta la incertidumbre sobre el futuro inmediato del conflicto.

En suma, la zona desmilitarizada propuesta se ha convertido en un símbolo del estancamiento y la complejidad de la guerra en Ucrania, donde la catarsis no llega para los protagonistas, y el espectador internacional observa, expectante, el desenlace de un drama que aún no encuentra tregua.