
Un terremoto en la industria cinematográfica global se ha consolidado tras la decisión del expresidente Donald Trump de imponer un arancel del 100% a las películas producidas fuera de Estados Unidos. El anuncio, realizado en mayo de 2025, ha generado un efecto dominó que ya no es solo económico, sino también político y cultural.
El 6 de mayo de 2025, Trump anunció en su red social Truth Social la orden para que el Departamento de Comercio iniciara el proceso para instaurar esta tarifa. La justificación oficial fue proteger la industria nacional y combatir lo que calificó como una amenaza para la seguridad nacional, al acusar a producciones extranjeras de usar el cine como vehículo de propaganda. Sin embargo, el anuncio se produjo tras una reunión privada con actores como Jon Voight, quienes buscaban incentivos fiscales para la producción estadounidense, sin mencionar aranceles.
Desde la perspectiva de los productores estadounidenses, existe una preocupación legítima. 'La producción local ha caído un 28% entre 2021 y 2024 debido a la competencia fiscal y costos en el extranjero', señalan datos de ProdPro. El arancel busca revertir esta tendencia, pero expertos advierten que podría ser un tiro por la culata.
En efecto, analistas de Barclays alertaron que 'la medida puede perjudicar a la propia industria estadounidense, que depende en gran medida de la producción global para sus películas'. Muchas superproducciones combinan locaciones y postproducción internacional, lo que hace incierto cómo se aplicarán estos gravámenes.
Por otro lado, países como Nueva Zelanda y Australia, con industrias audiovisuales pujantes, han expresado su rechazo. La presidenta del gremio neozelandés, Irene Gardine, cuestionó la ambigüedad del anuncio: '¿Se aplicará a películas filmadas aquí o a producciones estadounidenses que usan locaciones extranjeras?' El primer ministro Christopher Luxon prometió defender su industria con firmeza.
Este movimiento no puede entenderse fuera del contexto de tensiones comerciales y políticas globales. China, en abril de 2025, había limitado la entrada de películas de Hollywood en represalia por aranceles previos de Trump. Ahora, la imposición estadounidense amplifica una guerra comercial que también se libra en la pantalla grande.
Para Hollywood, esto significa un replanteamiento estratégico. La globalización del cine y el streaming ha ampliado mercados y diversificado las audiencias. La medida amenaza con fragmentar esta dinámica, imponiendo barreras que podrían aislar a Estados Unidos cultural y económicamente.
En nuestro país, la reacción de la industria audiovisual ha sido de incertidumbre. Productores y expertos advierten que un arancel así podría encarecer producciones y limitar la llegada de contenidos internacionales, afectando a salas de cine y plataformas.
Desde un punto de vista social, sectores críticos señalan que esta medida refleja un proteccionismo que podría ser contraproducente para la diversidad cultural y la circulación libre de ideas.
Tras seis meses desde el anuncio, la medida se ha mantenido en discusión, sin reglamentación clara. Sin embargo, sus efectos ya son palpables: la industria estadounidense ha frenado inversiones en producciones con locaciones internacionales, mientras que otros países fortalecen sus incentivos para atraer proyectos.
El arancel del 100% no solo redefine las reglas del juego económico, sino que plantea un dilema sobre la identidad cultural y la interdependencia global. La tensión entre proteger lo propio y abrirse al mundo se manifiesta con crudeza, dejando a la industria cinematográfica en el centro de un debate que va más allá del entretenimiento.
En definitiva, esta historia pone en evidencia que en el escenario global, las decisiones políticas pueden transformar no solo mercados, sino también narrativas y vínculos culturales. El desafío para los protagonistas será encontrar un equilibrio entre soberanía económica y la riqueza que aporta la diversidad cultural compartida.