Migración de adultos mayores transforma la Región de Valparaíso: un cambio demográfico con desafíos públicos

Un fenómeno silencioso pero profundo está reconfigurando los territorios de la Región de Valparaíso. Según datos del Censo 2024, comunas como El Quisco presentan un índice de envejecimiento de 162,9 adultos mayores por cada 100 menores de 15 años. Este desequilibrio poblacional no solo refleja un envejecimiento acelerado, sino que también evidencia una migración significativa de personas mayores hacia zonas costeras, marcando una transformación territorial que apenas comienza a ser comprendida.

La académica Katherine Wyndham, doctora en geografía humana de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), ha dedicado meses a investigar esta dinámica. “Los territorios están empezando a cambiar debido a decisiones de migración de personas mayores”, afirma, destacando que comunas como El Tabo, Algarrobo, Viña del Mar y Cartagena también experimentan este fenómeno.

El motor de esta migración es multifacético. Por un lado, existen factores ambientales y de calidad de vida, como el deseo de vivir en entornos menos contaminados y con mejor clima, en un contexto donde el cambio climático afecta la percepción de seguridad y bienestar en las grandes ciudades. Por otro, el alza en el costo de vida y la sensación creciente de inseguridad en Santiago y otras urbes empujan a los adultos mayores a buscar refugio en la costa.

La pandemia de COVID-19 aceleró esta tendencia, con numerosos testimonios recogidos en talleres y clubes de adultos mayores en El Quisco que relatan un aumento notable en la migración post pandemia.

Pero no todas las comunas costeras son iguales. En zonas rurales como Olmué y Petorca, el envejecimiento responde más a la permanencia de la población originaria que a la llegada de nuevos residentes.

Este cambio demográfico ha puesto en evidencia un vacío en las políticas públicas. Wyndham señala que, aunque existen programas del Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), su cobertura es insuficiente y no siempre llega con recursos adecuados a las comunas más afectadas.

“Se deberían considerar en la distribución del Fondo Común Municipal dimensiones como los porcentajes de envejecimiento comunal”, propone la académica, para que las comunas con mayor proporción de adultos mayores puedan financiar iniciativas locales autónomas que respondan a sus necesidades particulares.

Además, la planificación urbana requiere adaptarse a esta realidad. La pavimentación de calles, la adaptación de viviendas y la infraestructura para facilitar la movilidad y el acceso a servicios son desafíos pendientes que dependen en gran medida de los gobiernos locales.

Desde la perspectiva política, este fenómeno genera tensiones y debates. Algunos sectores reclaman mayor apoyo estatal y una revisión profunda de los mecanismos de distribución de recursos, mientras otros advierten sobre los riesgos de sobrecargar comunas costeras con servicios sociales sin un plan integral que considere el impacto ambiental y urbano.

El equilibrio entre la llegada de nuevos residentes mayores y la sustentabilidad territorial se vuelve un desafío que deberá ser enfrentado con políticas innovadoras y una mirada multidisciplinaria.

En definitiva, la migración de adultos mayores hacia la costa de Valparaíso no es solo un dato estadístico, sino una transformación que abre una ventana hacia nuevas formas de habitar el territorio chileno. La forma en que se gestione esta realidad marcará la calidad de vida de miles de personas y la configuración futura de estas comunas, que ya no son solo destinos turísticos, sino hogares permanentes para una población que envejece y busca adaptarse a un Chile que cambia.