Trump y la crisis de la asequibilidad: un pulso que redefine la política estadounidense

Una tormenta política y social se ha instalado en Estados Unidos a raíz del aumento del coste de la vida, un fenómeno que ha sacudido la política comercial y la popularidad del presidente Donald Trump.

Desde septiembre de 2025, la cesta de la compra estadounidense ha registrado un alza del 3%, la mayor en casi un año, mientras que los precios de la vivienda y los alquileres en las grandes ciudades no han dejado de crecer, superando los 2.500 dólares mensuales en promedio. Este contexto ha encendido un debate que va más allá de la economía, tocando fibras sociales y políticas profundas.

El presidente Trump, conocido por su estilo confrontacional y su discurso de «Hacer a América Grande Otra Vez» (MAGA), ha intentado virar la narrativa en su favor. Tras negar inicialmente la existencia de un problema real, calificándolo como un "engaño" inventado por sus adversarios demócratas, ha pasado a tomar medidas concretas: firmó acuerdos comerciales con países latinoamericanos para reducir aranceles en productos básicos como café, plátanos y carne de ternera, y ordenó investigaciones contra empresas empacadoras de carne acusadas de colusión y manipulación de precios.

"La razón por la que no quiero hablar de asequibilidad es que todo el mundo sabe que es mucho menos costoso bajo el mandato de Trump que bajo el del adormilado Joe Biden", afirmó Trump en una rueda de prensa, reforzando su postura con datos sobre una cena de Acción de Gracias más barata según Walmart. Sin embargo, economistas consultados por medios internacionales coinciden en que la aparente reducción se debe a una menor cantidad y calidad de productos, no a una mejora real en el poder adquisitivo.

La oposición demócrata, por su parte, ha capitalizado la indignación ciudadana. Figuras como el alcalde Mamdani en Nueva York han basado su campaña en la asequibilidad, proponiendo congelar alquileres, transporte público gratuito y la creación de supermercados públicos. Estas propuestas reflejan una demanda social que va más allá de la simple inflación: la accesibilidad implica la capacidad de las personas para satisfacer necesidades básicas y aspiraciones de vida digna en un contexto de creciente desigualdad.

"La gente está indignada por la pérdida de accesibilidad a la vivienda, y tiende a culpar a los gobiernos en el poder", explica Paul Donovan, economista jefe de UBS. "No puedo pagarlo" es la frase que resume la frustración generalizada.

Las tensiones se agravan en un país donde uno de cada cuatro hogares vive al día, y donde el gasto en necesidades básicas consume más del 95% de sus ingresos. La reciente parálisis administrativa que dejó a 1,4 millones de trabajadores federales sin sueldo durante más de 40 días ha profundizado la crisis social.

Desde un enfoque político, la crisis de asequibilidad ha puesto en jaque la estrategia de Trump, quien enfrenta críticas internas y externas. Su gusto por el lujo, evidenciado en la reforma del ala este de la Casa Blanca con mármoles y muebles suntuosos, contrasta con la realidad que viven millones de estadounidenses.

Los indicadores económicos muestran una caída en la confianza del consumidor a su nivel más bajo en tres años y un aumento en la morosidad de préstamos automotrices entre deudores de alto riesgo. Este cuadro evidencia que la política comercial proteccionista y los aranceles impuestos por Trump, lejos de contener la inflación, han contribuido a una espiral de precios que golpea especialmente a los sectores más vulnerables.

En este escenario, voces progresistas como Lindsay Owens, directora ejecutiva de Groundwork Collaborative, advierten que "Trump está en serios problemas y creo que es algo más grave que el simple costo de vida".

La crisis de asequibilidad no es solo un problema económico, sino una prueba de fuego para la legitimidad y sostenibilidad del modelo político estadounidense en un momento de polarización y desigualdad. La disputa entre la administración Trump y sus críticos revela un país fracturado, donde la política y la economía se entrelazan en un pulso que definirá el rumbo de los próximos años.

Verdades y consecuencias:

- La inflación general puede estar controlada en cifras macroeconómicas, pero el impacto en gastos específicos como vivienda y alimentos básicos es profundo y palpable.

- La política comercial restrictiva y los aranceles han tenido efectos contraproducentes, encareciendo la vida para millones.

- La narrativa oficial y la realidad social están en tensión, alimentando desconfianza y descontento.

- La crisis ha reactivado la agenda política de la asequibilidad, que se ha convertido en un tema central para las próximas elecciones y la movilización social.

Este episodio recuerda que las políticas económicas no son neutras y que la percepción de justicia y acceso a bienes esenciales puede desencadenar cambios políticos y sociales de gran alcance.