
El 4 de mayo de 2025, Israel dio un paso decisivo que marcó un antes y un después en el conflicto con Gaza: las Fuerzas de Defensa israelíes convocaron a miles de reservistas para intensificar su ofensiva contra Hamás. Esta medida, aprobada tras una reunión de seguridad encabezada por el primer ministro Benjamin Netanyahu, buscaba forzar un acuerdo por la liberación de 59 rehenes retenidos desde octubre de 2023, pero también abría la puerta a una escalada militar de alto costo.
Desde el inicio, la decisión desató una tormenta de reacciones. El Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos advirtió que cualquier escalada pondría en riesgo inmediato la vida de los cautivos: 'Cualquier escalada en los combates pondrá a los rehenes, tanto a los vivos como a los fallecidos, en peligro inmediato'. En paralelo, en Tel Aviv se registraron protestas ciudadanas que exigían mantener los acuerdos de liberación y evitar una guerra total.
Por otro lado, la postura del gobierno israelí, con Netanyahu a la cabeza, ha sido clara y dura: 'Consideramos más prioritario una victoria sobre el grupo terrorista que la liberación inmediata de los rehenes'. Este enfoque refleja una lógica estratégica que privilegia la debilitación definitiva de Hamás, aunque a un costo humano y político altísimo.
Dentro de Israel, la opinión pública está fragmentada. Sectores conservadores apoyan la ofensiva como necesaria para la seguridad nacional, mientras que grupos pacifistas y parte de la izquierda advierten sobre el riesgo de un conflicto prolongado y las consecuencias humanitarias. En Gaza, la población civil sufre las consecuencias de un bloqueo y bombardeos constantes, con un deterioro palpable en condiciones de vida y acceso a servicios básicos.
En la arena internacional, actores regionales e instituciones como la ONU han expresado preocupación por la escalada y la parálisis en las negociaciones. Se observa un creciente llamado a retomar el diálogo y buscar soluciones que no perpetúen el ciclo de violencia.
A más de seis meses del inicio de esta fase del conflicto, el panorama es desolador. La ofensiva ha provocado un aumento significativo en víctimas civiles y desplazamientos, mientras que el estancamiento en las negociaciones mantiene a los rehenes en una situación de extrema vulnerabilidad. La estrategia de máxima presión no ha logrado hasta ahora ni la liberación ni la derrota definitiva de Hamás, sino más bien una prolongación del conflicto y un desgaste tanto interno como externo para Israel.
Este episodio revela las complejidades de un conflicto enraizado en décadas de historia, donde las decisiones militares se cruzan con profundas heridas sociales y políticas. La tragedia humana, con sus rostros y voces, permanece en el centro de este tablero, recordándonos que detrás de cada cifra hay vidas y esperanzas fracturadas.
En definitiva, la ofensiva israelí en Gaza, lejos de ser un capítulo cerrado, es una historia en desarrollo que exige un análisis que vaya más allá de titulares inmediatos, incorporando las múltiples dimensiones de una tragedia que sigue escribiéndose.