
Un funeral que se convirtió en escenario de un inesperado choque simbólico. El 26 de abril de 2025, en la Basílica de San Pedro, el funeral del Papa Francisco reunió a líderes mundiales en un acto de solemnidad y respeto. Sin embargo, la atención se desvió hacia el entonces Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien desafió el protocolo de vestimenta: mientras la mayoría de los asistentes vestían de negro, él optó por un traje azul oscuro, un detalle que no pasó desapercibido.
Este gesto, aparentemente menor, se transformó en un catalizador de múltiples interpretaciones y controversias. Desde la perspectiva diplomática tradicional, el incumplimiento del código de vestimenta en un evento de esta naturaleza se percibió como una falta de respeto a las normas no escritas que rigen la etiqueta internacional. Según un experto en protocolo consultado por La Tercera, "la vestimenta en estos actos es un lenguaje no verbal que comunica respeto y unidad; desviarse de ello puede interpretarse como un acto deliberado o una falta de consideración".
Por otro lado, voces cercanas al exmandatario defienden la acción como un acto de autenticidad y un rechazo a la rigidez de las convenciones. Un asesor de Trump declaró a medios estadounidenses que "la elección del traje azul simbolizaba una postura de liderazgo propio, incluso en contextos de alta formalidad".
En el terreno político, la reacción fue polarizada. Sectores conservadores estadounidenses y aliados internacionales criticaron el gesto como una falta de tacto diplomático, mientras que algunos grupos populistas y seguidores del expresidente lo aplaudieron como una demostración de independencia frente a la tradición establecida.
En Italia y el Vaticano, la controversia generó debates sobre la flexibilidad del protocolo y la necesidad de adaptarlo a nuevos tiempos. Un portavoz del Vaticano señaló que "aunque la etiqueta es importante, la esencia del evento es el respeto y la oración; la vestimenta es un elemento secundario".
Desde la sociedad civil, la reacción también fue mixta. Encuestas posteriores mostraron que un sector considerable de la opinión pública valoró el acto como una distracción innecesaria en un momento de duelo global, mientras que otros lo interpretaron como un símbolo de la tensión entre tradición y modernidad en la política internacional.
Este episodio, más allá del color del traje, pone en evidencia las tensiones actuales entre protocolos diplomáticos y estilos personales de liderazgo. A siete meses del funeral, la discusión sigue vigente en análisis académicos y foros internacionales, que lo consideran un caso paradigmático para estudiar la comunicación no verbal en la política global.
En definitiva, la verdad que emerge es que, en un mundo interconectado y mediático, cada gesto cuenta y puede ser interpretado en múltiples niveles. El desafío para los líderes y sus equipos es calibrar con precisión el equilibrio entre respeto a las normas y expresión individual, conscientes de que la escena global es un coliseo donde cada acción es observada, juzgada y, a veces, condenada o celebrada con igual intensidad.
2025-11-12
2025-11-12