
En el último semestre, la música chilena ha vivido un fenómeno que va más allá de la simple aparición de nuevos artistas. Desde abril de 2025, nombres como Felipe Gaune, Sba, Los Furtivos Gnomos, Planetario y blednost. han ganado terreno en espacios tradicionales y alternativos. Esta generación no solo trae sonidos frescos, sino que también abre un debate profundo sobre la identidad cultural, las dinámicas del mercado y la relación entre arte y sociedad en Chile.
Por un lado, Felipe Gaune se ha posicionado con una propuesta que fusiona el pop con tintes electrónicos y letras introspectivas, reflejando una juventud que busca expresarse con sinceridad y sin artificios. En contraste, Sba, con su colaboración junto a Lilac en "eclipse", apuesta por un sonido más experimental, que desafía las estructuras convencionales del hip hop y la electrónica.
Los Furtivos Gnomos, con "Portugal #2096", presentan una narrativa que mezcla la nostalgia con una crítica social velada, mientras Planetario y blednost. exploran texturas más íntimas y orgánicas, aportando a la escena una diversidad sonora que rompe con la homogeneidad que predominaba en años anteriores.
Desde el ámbito crítico, algunos especialistas valoran esta pluralidad como una señal clara de renovación cultural. "Estamos frente a una generación que no teme experimentar y que entiende la música como un espacio de diálogo social y político", señala la musicóloga Catalina Rojas.
Sin embargo, sectores más tradicionales del mercado musical expresan preocupación por la fragmentación del público y la dificultad para posicionar artistas en un escenario saturado y dominado por plataformas digitales. "La dispersión puede ser enriquecedora, pero también puede diluir la fuerza de una escena nacional cohesionada", advierte el productor musical Jorge Díaz.
En regiones, la recepción ha sido igualmente diversa. Mientras en Santiago y Valparaíso la audiencia joven celebra la innovación, en ciudades del sur y norte del país algunos sectores reclaman una mayor inclusión de sonidos y narrativas locales, que sienten aún invisibilizados.
"Es fundamental que este movimiento no quede solo en la capital, sino que se integre y refleje la riqueza cultural de todo Chile", comenta la activista cultural mapuche, María Antinao.
Cinco meses después de la irrupción de estos nuevos sonidos, queda claro que la escena musical chilena está en un momento de transformación profunda. No se trata solo de nuevos artistas o géneros, sino de una conversación más amplia sobre identidad, mercado y cultura.
Este fenómeno pone en evidencia tensiones entre tradición y modernidad, centralismo y regionalismo, comercialización y autenticidad. Más allá de las preferencias, lo que emerge es una escena viva, en disputa y en diálogo, que invita a los ciudadanos a escuchar con atención y a pensar críticamente sobre qué música queremos y qué sociedad reflejamos a través de ella.
Esta historia está lejos de cerrarse. El tiempo dirá cuáles de estos sonidos perdurarán y cómo influirán en el relato cultural chileno de las próximas décadas.
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Fuentes: Cooperativa.cl, entrevistas a especialistas culturales y activistas regionales.