
Un cambio en marcha: la matrícula en educación superior en Chile creció un 3,8% en 2025, impulsada principalmente por regiones como Coquimbo, O’Higgins y Ñuble. Este fenómeno, lejos de ser un dato aislado, refleja una transformación profunda en las dinámicas educativas y sociales del país, que hasta hace poco parecía anclado en el centralismo capitalino.
Las regiones, históricamente relegadas a un segundo plano en la oferta académica, ahora juegan un rol protagónico. Instituciones como la Universidad del Alba han dado un paso simbólico y práctico al trasladar su Casa Central a La Serena, un movimiento que no solo responde a una estrategia educativa, sino a una convicción política y social sobre la necesidad de reducir las desigualdades territoriales.
Este proceso, sin embargo, no está exento de tensiones. Desde el sector político, las posturas se dividen: mientras algunos actores ven en la descentralización una oportunidad para fortalecer las economías locales y democratizar el acceso al conocimiento, otros alertan sobre los riesgos de fragmentar un sistema ya complejo y cuestionan la capacidad de las regiones para sostener una oferta académica de calidad.
En el plano social, la respuesta es igualmente plural. Por un lado, estudiantes y familias regionales celebran la posibilidad de formarse sin migrar a Santiago, lo que implica menos costos y mayor arraigo. Por otro, expertos advierten sobre la necesidad de garantizar estándares académicos homogéneos y evitar la creación de “islas educativas” desconectadas de los centros de innovación y desarrollo.
Desde una mirada histórica, esta tensión entre centralismo y regionalismo no es nueva en Chile, pero la evidencia reciente demuestra que la demanda por educación superior en regiones no solo es creciente, sino que está transformando la relación entre territorio y desarrollo. El desafío está en cómo diseñar políticas que no solo distribuyan recursos, sino que integren a las regiones en un proyecto nacional coherente.
En definitiva, la descentralización educativa aparece como una pieza clave para un Chile más equitativo, pero también como un terreno donde se enfrentan visiones sobre el futuro del país. La verdad que emerge es que no hay vuelta atrás: el centralismo tradicional está en jaque y la forma en que se gestione este proceso marcará el rumbo de la educación y el desarrollo regional en las próximas décadas.
2025-11-14