
En abril de 2018, el Papa Francisco visitó el Centro Penitenciario Femenino de San Joaquín, un gesto que para muchos fue más que simbólico: un llamado directo a la sociedad chilena y al mundo a mirar con humanidad a quienes viven tras las rejas. A siete años de aquel momento, la figura del pontífice sigue siendo un referente en el debate sobre derechos humanos y políticas penitenciarias en Chile.
"El papa tuvo una sensibilidad muy grande con el mundo de la pobreza en general, pero de manera específica con el tema penitenciario", afirma Nelly León, capellana del centro y fundadora de Mujer Levántate, quien tuvo un cara a cara con Jorge Bergoglio en Roma en 2022, reforzando el compromiso espiritual y social que aquel encuentro sembró.
Este episodio no solo marcó a las internas del penal, sino que también abrió un espacio para la reflexión en sectores políticos y sociales. Desde la izquierda, se valoró la visita como un respaldo moral para impulsar reformas que humanicen el sistema penitenciario, enfatizando la necesidad de políticas públicas que prioricen la rehabilitación y la dignidad. En contraste, voces conservadoras reconocen la importancia de la compasión, pero insisten en mantener un enfoque riguroso en la seguridad y el orden.
En regiones, el impacto se percibió de manera dispar: mientras en Santiago y el Gran Concepción la visita revitalizó movimientos sociales ligados a derechos humanos, en zonas del sur y norte del país la discusión se centró más en la realidad local de las cárceles y en la falta de recursos para una efectiva reinserción.
Desde 2018, las estadísticas muestran un leve descenso en la reincidencia delictual en mujeres privadas de libertad en San Joaquín, aunque expertos señalan que la transformación estructural del sistema penitenciario chileno aún es incipiente. Organizaciones sociales y académicos coinciden en que la sensibilidad mostrada por el Papa sirve como un faro ético para promover cambios profundos, pero que la implementación requiere voluntad política sostenida y recursos.
"No basta con la compasión si no se traduce en acciones concretas y políticas públicas integrales", advierte la socióloga especializada en justicia penal, María Torres.
El encuentro entre Nelly León y el Papa en 2022, en una audiencia privada, reafirmó el compromiso de la Iglesia con la causa penitenciaria, pero también evidenció las tensiones entre la espiritualidad y las realidades políticas que enfrentan las personas privadas de libertad.
En definitiva, la visita del Papa Francisco al penal de San Joaquín se ha convertido en un símbolo que convoca a múltiples actores a repensar el sistema penitenciario chileno. La sensibilidad mostrada no es un fin en sí misma, sino un punto de partida para un debate complejo que involucra justicia, derechos humanos y política social. Como espectadores de esta tragedia humana, queda claro que el desafío es transformar la compasión en un cambio tangible, y que el tiempo dirá si esta invitación fue escuchada con la profundidad que merece.