
El temporal de lluvias que afecta desde hace días a la zona centro-sur de Chile ha puesto a prueba la capacidad de respuesta de cinco regiones, desde Ñuble hasta Los Lagos. Desde el 20 de abril de 2025, la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) emitió alertas por sistemas frontales que han dejado acumulados que superan los 50 mm en sectores cordilleranos y precordilleranos. Este fenómeno no es una sorpresa para la zona, pero la intensidad y persistencia de las precipitaciones han encendido las alarmas y activado protocolos de emergencia en distintas comunas, con consecuencias que empiezan a ser palpables y que merecen un análisis sosegado a más de seis meses del inicio del evento.
Las regiones de Ñuble, Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos han sido las más afectadas, con montos de lluvia que en algunos sectores superan los 70 mm en corto período. Este volumen, aunque dentro de los rangos esperados para el otoño, ha provocado anegamientos, cortes en caminos rurales y dificultades en el acceso a zonas aisladas, especialmente en áreas de precordillera y cordillera donde la infraestructura es más precaria.
Desde la perspectiva institucional, la coordinación entre la Dirección Meteorológica, la Onemi y los municipios ha sido clave para la activación temprana de planes de contingencia. Sin embargo, según un informe de la Universidad de Concepción, persisten desafíos en la comunicación efectiva con comunidades rurales y en la capacidad logística para llegar a los sectores más remotos.
Desde el Gobierno Regional, el intendente de La Araucanía afirmó que 'se ha trabajado con intensidad para mitigar los impactos y proteger a la población vulnerable', destacando la movilización de recursos y equipos de emergencia. En contraposición, líderes comunitarios de localidades rurales han denunciado la falta de inversión estructural para enfrentar eventos recurrentes, enfatizando que 'las lluvias solo exponen la fragilidad histórica de nuestras infraestructuras y la ausencia de políticas públicas sostenidas.'
En el ámbito ambiental, organizaciones como Greenpeace Chile han señalado que estos episodios son un reflejo del cambio climático y la necesidad urgente de reforzar la resiliencia territorial. 'No basta con reaccionar; es imprescindible planificar con visión de largo plazo, integrando la gestión del agua, la protección de cuencas y la restauración de ecosistemas', advierten.
Los sectores agrícolas han reportado pérdidas parciales en cultivos de hortalizas y frutales, mientras que el turismo rural se ha visto afectado por la suspensión de actividades y el deterioro de caminos. En tanto, la educación local ha debido adaptarse con cierres temporales de establecimientos en zonas de riesgo, evidenciando la necesidad de protocolos claros para la continuidad pedagógica en contextos de emergencia.
Expertos en gestión de riesgos destacan que, aunque la respuesta inmediata ha sido adecuada, la verdadera prueba está en la capacidad de adaptación de estas regiones a un clima cada vez más variable. La inversión en infraestructura verde, sistemas de alerta temprana comunitarios y educación ambiental son aspectos que emergen como prioritarios.
A seis meses del inicio de este episodio de lluvias intensas, queda claro que el centro-sur chileno enfrenta una encrucijada entre la tradición de eventos climáticos adversos y la nueva realidad impuesta por el cambio climático. Las autoridades han mostrado voluntad y capacidad de coordinación, pero las voces desde la sociedad civil y el mundo académico insisten en que sin un enfoque integral y participativo, los daños seguirán siendo recurrentes y el costo social, elevado.
En definitiva, este temporal no solo ha sido un fenómeno meteorológico, sino un espejo que refleja las fortalezas y debilidades de un país que debe repensar su relación con el territorio y la naturaleza. El desafío está planteado: anticipar, prevenir y adaptarse para que la tragedia de hoy no se repita mañana.
2025-10-24