La ofensiva de Trump contra la Ivy League: un choque entre poder político y autonomía universitaria

La ofensiva de Trump contra la Ivy League: un choque entre poder político y autonomía universitaria
Internacional
Estados Unidos
2025-11-29
Fuentes
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- Congelamiento millonario de fondos federales a universidades como Harvard y Cornell.

- Choque frontal entre el gobierno y las casas de estudio por control ideológico y académico.

- Resistencia y protestas masivas en campus y sectores académicos en defensa de la autonomía.

En el último año, la administración Trump ha desatado una batalla sin precedentes contra las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, particularmente las de la Ivy League. Desde abril de 2025, el gobierno ha congelado miles de millones de dólares en financiamiento federal a instituciones como Harvard, Cornell y Northwestern, alegando violaciones a derechos civiles y cuestionando políticas internas, especialmente en torno a la llamada "teoría crítica de la raza" y otros contenidos que el gobierno considera "ideológicos".

Este enfrentamiento se inscribe en una estrategia política que busca extender la influencia conservadora en la educación superior, bajo el argumento oficial de combatir el antisemitismo y proteger la "diversidad de puntos de vista". Sin embargo, para muchos expertos y actores académicos, se trata de un intento coercitivo y sin precedentes de intervenir en la autonomía universitaria y limitar la libertad académica.

El 23 de abril, el gobierno ordenó al IRS retirar a Harvard su estatus de exención de impuestos, una medida simbólica y financiera que buscaba presionar a la universidad a modificar sus políticas de admisión y contratación. La respuesta de Harvard fue rotunda: 'La universidad no renunciará a su independencia ni a sus derechos constitucionales', afirmó su presidente Alan Garber, respaldado por una dotación histórica de 53 mil millones de dólares y un préstamo reciente de 750 millones para fortalecer sus finanzas.

Las universidades afectadas han recibido apoyo de figuras políticas como el expresidente Barack Obama y legisladores progresistas, quienes han impulsado protestas masivas bajo el lema "Manos Fuera de las Universidades". En Yale y el MIT, miles de profesores firmaron cartas públicas en defensa de la autonomía académica y la protección de estudiantes internacionales, amenazados por las políticas migratorias y de visas del gobierno.

Desde el ala conservadora, la ofensiva es vista como una reivindicación histórica. Un estratega republicano citado por el Financial Times resumió la perspectiva: 'Durante décadas, el movimiento conservador ha criticado los campus universitarios como campos de entrenamiento para la izquierda radical. Esta es su oportunidad de hacer algo al respecto.' Stephen Miller, arquitecto de la agenda interna de Trump, impulsa estas políticas con una visión clara de reconfigurar la educación superior.

Sin embargo, la controversia no solo es política sino legal. Abogados especializados han señalado que nunca antes el gobierno federal había suspendido fondos a universidades sin un debido proceso claro, lo que abre un escenario de litigios prolongados y una crisis institucional profunda.

El impacto regional también es notable. Las universidades de la Ivy League, situadas en el noreste estadounidense, han sido epicentro de esta disputa, pero el efecto se extiende a otras instituciones y estados, polarizando a comunidades académicas y ciudadanas.

En paralelo, encuestas recientes muestran una caída significativa en la confianza pública hacia la educación superior, especialmente entre republicanos, donde solo un 20% expresa confianza en las universidades. Esta desconfianza alimenta la narrativa oficial y complica el diálogo entre sectores.

La batalla entre Trump y la Ivy League es, en esencia, un choque entre dos visiones de país: una que busca controlar y moldear la educación para preservar una agenda política conservadora, y otra que defiende la independencia universitaria como pilar de la democracia y el pensamiento crítico.

Como consecuencia, la educación superior estadounidense enfrenta una encrucijada que redefine sus límites y su papel en la sociedad. La resolución de esta disputa tendrá efectos duraderos no solo en las políticas educativas, sino en la configuración del debate público y la cultura política del país.

En definitiva, este conflicto revela que la universidad ya no es solo un espacio académico, sino un campo de batalla simbólico donde se disputa el poder cultural y político en tiempos de polarización extrema.