EE.UU. perdió cuatro bombas nucleares en España en 1966: un accidente que aún marca a Palomares

EE.UU. perdió cuatro bombas nucleares en España en 1966: un accidente que aún marca a Palomares
Internacional
Europa
2025-11-29
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- Accidente nuclear con bombas termonucleares en suelo español.

- Búsqueda titánica en tierra y mar para recuperar las ojivas.

- Contaminación y silencio: consecuencias ambientales y políticas que persisten.

El 17 de enero de 1966, un bombardeo B-52 estadounidense en misión de patrulla estratégica chocó con un avión cisterna durante una operación de reabastecimiento en vuelo sobre la región de Almería, en el sur de España. Esta colisión provocó la caída accidental de cuatro bombas termonucleares en el pueblo de Palomares y sus alrededores, desencadenando una crisis que aún hoy reverbera en la memoria colectiva y en el territorio.

El accidente y la respuesta inmediata

Cuatro bombas cayeron desde el cielo, dos de las cuales detonaron explosivos convencionales al impactar contra el suelo, esparciendo plutonio radiactivo sobre cientos de hectáreas. La devastación fue palpable: cráteres, incendios y una nube de polvo tóxico que sembró el miedo y el desconcierto entre los habitantes de este pequeño pueblo agrícola.

Los sobrevivientes narraron escenas de terror y caos. “Pensamos que era el fin del mundo”, relató una vecina que presenció la caída de escombros y la destrucción de hogares. Afortunadamente, no hubo explosión nuclear, pues las bombas contaban con mecanismos de seguridad que evitaron la detonación atómica.

La búsqueda titánica: tierra y mar

La recuperación de las ojivas se convirtió en una operación urgente y compleja. Tres bombas fueron localizadas en tierra firme, pero la cuarta desapareció en el mar Mediterráneo, donde permaneció oculta durante casi cuatro meses.

Una flota de más de 30 barcos, incluyendo sumergibles y dragaminas, rastreó el fondo marino hasta que el submarino Alvin halló la ojiva perdida a 869 metros de profundidad. Esta recuperación fue un hito tecnológico y logístico para la época, y marcó el fin de una búsqueda que mantuvo en vilo a militares, científicos y autoridades españolas y estadounidenses.

Perspectivas encontradas: política y sociedad

El accidente ocurrió en plena dictadura de Francisco Franco, un régimen preocupado por preservar la imagen internacional y la economía turística. Por eso, tanto España como Estados Unidos minimizaron inicialmente los riesgos, intentando tranquilizar a la población y al mundo.

El embajador estadounidense en España se bañó públicamente en el mar frente a Palomares para demostrar que el agua era segura, un gesto simbólico que no disipó del todo las dudas ni el temor persistente.

Por otro lado, la comunidad científica y ambientalista ha denunciado desde entonces que la limpieza fue incompleta y que aún existen 40 hectáreas contaminadas. España y EE.UU. firmaron un acuerdo en 2015 para remediar la zona, pero hasta la fecha ninguno ha cumplido plenamente con sus compromisos.

Verdades y consecuencias que persisten

Este episodio pone en evidencia las tensiones entre seguridad militar, soberanía nacional y derechos ciudadanos, así como las dificultades para manejar crisis nucleares en territorios civiles.

Más de 1.400 toneladas de tierra contaminada fueron retiradas y almacenadas en EE.UU., pero la sombra de la radiación y la desconfianza permanece en Palomares.

Hoy, casi seis décadas después, el accidente sigue siendo un recordatorio de los riesgos inherentes a la Guerra Fría y a la proliferación nuclear, y plantea preguntas sobre la transparencia, la responsabilidad internacional y la justicia ambiental.

Este capítulo oscuro de la historia nuclear no solo desafió la capacidad tecnológica y logística de su tiempo, sino que también expuso las contradicciones políticas y sociales que emergen cuando la seguridad estratégica choca con la vida cotidiana de comunidades vulnerables.