
Una propuesta que sacudió los cimientos del debate político español: en julio de 2025, Vox anunció un plan para deportar a hasta ocho millones de personas bajo el argumento de preservar la "pureza" de la identidad española. Esta idea, que desafía las nociones básicas de ciudadanía y convivencia, ha generado un choque frontal entre distintos sectores políticos, sociales y académicos.
Desde la perspectiva de Vox, la "españolidad" no se limita a la nacionalidad legal o al lugar de nacimiento. Rocío de Meer, portavoz del partido, afirmó que para 2044 habrá más población de origen extranjero que española, lo que, según ella, justifica medidas drásticas para "sobrevivir como pueblo". Esta visión, que busca definir una identidad homogénea, se apoya en un imaginario nacionalista y excluyente que ignora la historia mestiza y diversa de España.
Pero la propuesta no ha sido recibida sin resistencia. Expertos en historia y sociología recuerdan que España es un crisol de culturas desde la antigüedad, con influencias fenicias, romanas, árabes y visigodas, entre otras. Para ellos, la idea de una "españolidad pura" es un concepto anacrónico y peligroso que podría desencadenar una crisis social y humanitaria.
El debate también ha puesto en evidencia las tensiones internas dentro del espectro político español. Mientras Vox defiende su postura con argumentos de identidad y seguridad, otros partidos la califican de xenófoba y racista. Desde la izquierda, se ha denunciado que esta política atenta contra los derechos humanos y la convivencia democrática. En sectores conservadores, algunos temen que la radicalización de Vox pueda aislar a España en el concierto internacional.
En las regiones con fuerte presencia de inmigrantes y comunidades diversas, la reacción ciudadana ha sido de preocupación y movilización. Organizaciones sociales y colectivos migrantes han convocado a manifestaciones y campañas para visibilizar la pluralidad cultural y rechazar cualquier forma de exclusión.
El proceso administrativo propuesto por Vox para determinar quién debe ser deportado incluye criterios no oficiales basados en "usos y costumbres" que, según el partido, definirían la verdadera españolidad. Sin embargo, esta metodología ha sido criticada por su vaguedad y arbitrariedad, ya que no existe un consenso sobre qué tradiciones o comportamientos constituyen la identidad nacional.
En conclusión, la propuesta de Vox ha desatado una tormenta política y social que trasciende la retórica electoral. La discusión sobre quién es español y quién no pone en jaque principios fundamentales como la igualdad, la diversidad y los derechos humanos. A dos meses de su anuncio, la iniciativa ha sido frenada judicialmente y enfrenta un rechazo mayoritario en la sociedad civil, aunque el debate sobre identidad y pertenencia sigue abierto.
Este episodio revela las profundas fracturas que atraviesan a España y, por extensión, a muchas democracias contemporáneas, donde la globalización y la migración desafían las definiciones tradicionales de nación. La historia de Vox es, en este sentido, una advertencia sobre los riesgos de políticas basadas en la exclusión y el miedo al otro.