
En los últimos siete meses, la relación entre Chile y Estados Unidos respecto al litio ha pasado de un acercamiento exploratorio a una alianza estratégica con importantes repercusiones nacionales y regionales. El 17 de abril de 2025, el ministro de Relaciones Exteriores, Alberto van Klaveren, adelantó la intención chilena de agregar valor al litio y posicionarse como un proveedor confiable para EE.UU. Desde entonces, las negociaciones han avanzado, pero no sin mostrar las tensiones que subyacen en este vínculo.
La iniciativa nace en un contexto global donde el litio se ha convertido en un mineral estratégico para la transición energética, especialmente para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos. Chile, uno de los principales productores mundiales, ha buscado consolidar su posición no solo como exportador de materia prima sino como actor en la cadena de valor agregado.
El encuentro exploratorio entre la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales y el representante comercial estadounidense en abril marcó el inicio formal de un plan de trabajo conjunto. Desde entonces, se han realizado varias rondas de diálogo para definir mecanismos de cooperación que incluyen transferencia tecnológica, inversiones conjuntas y garantías de abastecimiento.
En el espectro político chileno, la alianza ha generado posiciones encontradas. Desde el oficialismo, se sostiene que la relación con EE.UU. fortalece la estabilidad económica y la inserción internacional de Chile. 'Nos interesa agregar valor al litio y creemos que ahí coincidimos con Estados Unidos', afirmó van Klaveren, reflejando esta visión.
Por otro lado, la oposición ha expresado preocupación por la soberanía sobre recursos estratégicos y la posible dependencia de un socio con intereses geopolíticos complejos. La candidata Evelyn Matthei cuestionó el acuerdo entre Codelco y SQM, señalando riesgos de concentración y falta de transparencia.
En las regiones de Antofagasta y Atacama, epicentros de la extracción del litio, la alianza ha generado un debate intenso. Comunidades indígenas y organizaciones sociales han demandado mayor participación y beneficios directos, advirtiendo que la expansión de la minería puede agravar problemas ambientales y sociales.
"Queremos que el litio sea un motor de desarrollo local, no solo un recurso para exportar", señaló una representante de las comunidades atacameñas, reflejando un sentir que no siempre ha sido escuchado en las negociaciones.
A medio año de la firma de los primeros acuerdos, se constata que la alianza Chile-Estados Unidos en litio es un proyecto con múltiples capas: económica, política y social. Chile ha logrado posicionarse como un proveedor estratégico para EE.UU., asegurando una demanda estable pese a las fluctuaciones del mercado.
Sin embargo, las tensiones políticas internas y las demandas sociales revelan que el acuerdo no es unívoco ni exento de desafíos. La soberanía y el desarrollo sustentable siguen siendo temas pendientes, mientras que la necesidad de agregar valor y diversificar la industria minera plantea un reto estructural para el país.
Este episodio invita a una reflexión profunda sobre cómo Chile puede navegar en el escenario global sin sacrificar sus intereses nacionales ni el bienestar de sus regiones mineras, en un contexto donde el litio es más que un mineral: es un símbolo de futuro y disputa.