
Un encuentro con consecuencias más allá de los discursos oficiales. Entre el 21 y 24 de abril de 2025, Chile y Brasil pusieron en escena una alianza que busca trascender la retórica diplomática para convertirse en un motor real de desarrollo económico y regional. El presidente Gabriel Boric encabezó una delegación inédita que reunió a ministros, parlamentarios, gremios empresariales y académicos, en un intento por afianzar lazos comerciales y de inversión con el gigante sudamericano.La visita de Estado se concretó en un contexto donde Brasil es el tercer mayor socio comercial de Chile, con un intercambio que alcanzó los 12.560 millones de dólares en 2024, creciendo a un ritmo promedio anual del 2,7% desde 2014.
El abanico de participantes no fue casual. Desde el ministro de Hacienda Mario Marcel hasta representantes de sectores productivos como salmonicultores, vitivinicultores y energías renovables, todos convergieron en Brasilia con la expectativa de abrir nuevas oportunidades. La presencia de parlamentarios de diversas tendencias políticas, como los diputados Guillermo Ramírez y Jorge Saffirio, y las diputadas Claudia Mix y Daniela Serrano, denota la transversalidad del proyecto, aunque no sin tensiones internas sobre el modelo de integración y sus implicancias sociales.
El eje más ambicioso de la agenda fue la concreción del Corredor Bioceánico Vial, una infraestructura que podría conectar Chile y Brasil atravesando Argentina, potenciando la logística regional. Sin embargo, este proyecto ha generado debates vigorosos. Para sectores empresariales, representa una oportunidad estratégica para diversificar mercados y reducir costos. Para voces críticas, como algunas organizaciones sociales argentinas y grupos ambientalistas en Chile, implica riesgos en términos de impacto ambiental, soberanía territorial y desplazamiento de comunidades.'Sin un diálogo profundo con las comunidades afectadas, este corredor puede convertirse en una vía de exclusión y daño irreversible', advirtió la ONG ambientalista chilena Fundación Tierra Viva.
Desde el oficialismo chileno, la alianza con Brasil se presenta como un paso hacia una integración económica más justa y sostenible, enfatizando la cooperación en energías renovables y tecnología. En contraste, sectores de oposición y movimientos sociales plantean que la profundización del comercio debe ir acompañada de garantías para los trabajadores, protección ambiental y respeto a los derechos indígenas.'No podemos sacrificar la justicia social en el altar del libre comercio', señaló la diputada Daniela Serrano durante un foro posterior a la visita.
A seis meses de la visita, el saldo es mixto pero revelador. Se han firmado acuerdos preliminares para fortalecer la inversión en sectores claves como la agricultura y la minería, y se han iniciado estudios conjuntos para evaluar el impacto ambiental del Corredor Bioceánico. Sin embargo, la concreción del proyecto sigue sujeta a negociaciones complejas con Argentina y a la presión de actores sociales críticos.
El intercambio comercial entre Chile y Brasil mantiene una tendencia al alza, con un creciente protagonismo de las mipymes y empresas lideradas por mujeres, que en 2024 representaron ventas por más de 1.300 millones de dólares. Este dato es un indicio de que la relación bilateral no solo se sostiene en grandes empresas, sino que también abre espacios para la diversificación y la inclusión económica.
En definitiva, la visita de Boric a Brasil y la agenda desplegada representan un episodio clave para entender los desafíos y oportunidades de la integración sudamericana en la próxima década. La tensión entre desarrollo económico, justicia social y cuidado ambiental sigue siendo el telón de fondo de esta historia en construcción, donde cada actor juega su papel en un escenario que, aunque prometedor, está lejos de resolverse.
Fuentes consultadas: Presidencia de la República, La Tercera, Fundación Tierra Viva, declaraciones parlamentarias.
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