
Un temblor lejano que sacudió la noche del 15 de abril de 2025 puso en alerta a las autoridades y a la ciudadanía chilena. A las 21:42 horas, un sismo de magnitud 6,6 se registró a 2.037 kilómetros al suroeste de Manjimup, Australia, en el Océano Índico. Aunque la distancia parecía asegurar que no habría consecuencias directas, la incertidumbre inicial llevó al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada de Chile (SHOA) a activar protocolos de evaluación para descartar riesgos de tsunami en las costas nacionales.
Minutos después, el SHOA comunicó oficialmente que no existía peligro de tsunami para Chile. Esta confirmación, sin embargo, abrió un debate más amplio sobre la percepción pública y la preparación frente a amenazas naturales que, aunque lejanas, pueden generar ansiedad y cuestionamientos sobre la capacidad de respuesta estatal.
Desde el punto de vista técnico, expertos en sismología y oceanografía valoraron positivamente la rapidez y transparencia con que el SHOA manejó la situación. “La comunicación oportuna evita pánico y permite a la ciudadanía confiar en los sistemas de alerta”, señaló un investigador del Centro Sismológico Nacional.
No obstante, en regiones costeras, algunas voces ciudadanas expresaron frustración por la falta de información más detallada y campañas educativas que expliquen cómo se evalúan estos riesgos. Para varios líderes comunitarios, el episodio evidenció una brecha entre las autoridades y la población local, especialmente en sectores vulnerables.
En el plano político, la situación fue utilizada para cuestionar la inversión en infraestructura de prevención y la modernización de sistemas de alerta temprana. Mientras algunos parlamentarios de oposición pidieron mayores recursos para fortalecer la vigilancia sísmica, representantes del gobierno defendieron la actual capacidad técnica y destacaron la importancia de mantener la calma y la confianza en las instituciones.
Chile, ubicado en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, convive con una larga historia de terremotos y tsunamis. Sin embargo, los eventos en zonas lejanas, como el Océano Índico, suelen generar confusión y desinformación. Este episodio recordó la necesidad de una educación pública constante y actualizada sobre riesgos naturales y protocolos de emergencia.
Además, la experiencia reciente de eventos sísmicos y tsunamis en Chile ha dejado cicatrices profundas, tanto en infraestructura como en la memoria colectiva, alimentando una mezcla de respeto y temor hacia estos fenómenos.
El sismo de magnitud 6,6 en el Océano Índico no representó un riesgo de tsunami para Chile. Sin embargo, la reacción social y política a este episodio revela desafíos persistentes en la comunicación de riesgos y en la preparación ciudadana.
Es claro que la confianza en los sistemas de alerta depende no solo de la tecnología, sino también de la educación y la transparencia institucional. La distancia geográfica no siempre reduce la ansiedad; por el contrario, puede amplificar la incertidumbre si no se gestionan adecuadamente las expectativas y la información.
Este caso invita a reflexionar sobre cómo Chile enfrenta no solo los desastres inminentes, sino también aquellos que parecen remotos, en un mundo cada vez más interconectado y expuesto a fenómenos naturales globales.