
En medio de un escenario global marcado por la incertidumbre y la tensión entre las dos mayores economías del mundo, Wall Street mostró una leve recuperación el 15 de abril de 2025, tras días de caídas y nerviosismo en los mercados. Este modesto repunte, sin embargo, no logra disipar las sombras que proyecta la guerra comercial entre Washington y Beijing, que sigue dejando cicatrices visibles en sectores estratégicos.
El epicentro de esta disputa se manifestó con fuerza cuando China ordenó a sus aerolíneas dejar de aceptar aviones del fabricante estadounidense Boeing. Esta medida, más que un simple gesto comercial, simboliza la escalada de una confrontación que trasciende lo económico para instalarse en la geopolítica y la seguridad nacional. La acción provocó una caída inmediata del 3,4% en las acciones de Boeing, reflejando el impacto directo de las decisiones políticas en los mercados.
Desde la perspectiva estadounidense, este movimiento es interpretado como un intento de Beijing por ganar terreno en la industria aeronáutica global y presionar en negociaciones más amplias. Para China, en cambio, representa una defensa legítima de sus intereses y una respuesta a las restricciones impuestas por Estados Unidos en otras áreas.
Renato Campos, analista de Squared Financial, señaló: 'Los operadores miran con recelo el "cruce de la muerte" en el S&P 500, patrón que podría señalar un escenario bajista. La última vez que se registró fue a inicios de 2022, cuando los temores de recesión acechaban a la economía americana.'
Este "cruce de la muerte" —el cruce a la baja de la media móvil de 50 días sobre la de 200 días— es un indicador técnico que alimenta la ansiedad de inversionistas y gestores, quienes ya reportan el mayor pesimismo en tres décadas según encuestas de Bank of America.
En Europa, el ánimo tampoco es alentador. La encuesta ZEW mostró que las expectativas económicas para la zona euro se hundieron a niveles mínimos desde diciembre de 2022, con un índice en -18,5 puntos. El Viejo Continente observa con cautela, consciente de que la guerra comercial podría afectar sus exportaciones y cadenas productivas.
En Asia, la reacción fue más contenida. Mientras el Nikkei de Japón y el Hang Seng de Hong Kong mostraron leves avances, el mercado chino permaneció estable, a la espera de las cifras económicas que el propio gobierno chino publicaría horas más tarde, incluyendo datos clave como el PIB del primer trimestre y la actividad inmobiliaria.
El impacto en Chile, aunque indirecto, no es menor. El mercado local, reflejado en el índice S&P IPSA, operó plano, evidenciando la cautela de los inversionistas ante un contexto externo volátil. El cobre, pilar de la economía chilena, se mantiene sensible a las señales de demanda global y a la evolución de esta disputa comercial.
Las voces ciudadanas y sectores productivos en Chile se dividen. Algunos empresarios ven en la tensión una oportunidad para acelerar diversificación comercial y fomentar la innovación tecnológica. Otros, especialmente en industrias ligadas a la exportación, temen un efecto dominó que podría desacelerar la recuperación económica.
En definitiva, la historia que parecía un choque pasajero entre gigantes se ha convertido en un escenario de confrontación prolongada, con consecuencias palpables en los mercados y la economía global. La leve alza en Wall Street no debe interpretarse como un cambio de tendencia, sino más bien como un respiro momentáneo en una batalla que aún no tiene un final claro.
La lección que queda es que, en la arena global, las decisiones políticas y comerciales se entrelazan de manera inseparable, y los mercados, aunque resilientes, reflejan con crudeza las incertidumbres de un mundo cada vez más conectado y complejo.