
En menos de siete meses, dos tragedias viales han marcado a Chile y a la comunidad automovilística de Magallanes y la Patagonia argentina, dejando un saldo doloroso y planteando preguntas sobre la seguridad, la regulación y la cultura de la velocidad en la región.
El 14 de abril de 2025, tres mujeres entre 20 y 25 años perdieron la vida en un violento choque en el centro de Santiago. Según los informes oficiales, el exceso de velocidad fue el factor determinante que provocó que el vehículo impactara contra un local comercial en la intersección de calle 10 de Julio con Manuel Antonio Tocornal. Dos de las víctimas fallecieron en el lugar y la tercera murió posteriormente en un centro asistencial.
Por otro lado, el 19 de octubre de 2025, el piloto chileno Erick René Paredes Vargas y su pareja Laura del Carmen Rosas Velásquez murieron en un accidente en Río Grande, Argentina. La pareja había viajado desde Porvenir, Magallanes, para comprar un Renault Clio modificado para rally, y durante una prueba de manejo el vehículo perdió el control y fue impactado por una camioneta que circulaba por la vía. El auto no estaba autorizado para circular, carecía de patente y seguro obligatorio.
Estas tragedias, aunque diferentes en contexto, comparten un hilo común: la velocidad y la falta de condiciones adecuadas para la circulación de vehículos de alta potencia o modificados.
Desde las autoridades de tránsito y seguridad vial, se ha enfatizado la necesidad de reforzar controles y campañas educativas para prevenir estas muertes evitables. El oficial Leopoldo López Lotero, jefe de la quinta comisaría de Río Grande, destacó la ilegalidad del vehículo de competición involucrado en el accidente argentino, mientras que en Santiago, el exceso de velocidad fue el foco de la investigación.
Sin embargo, desde el mundo automovilístico y deportivo, la discusión se torna más compleja. Para muchos corredores y aficionados, la pasión por el motor es parte de una identidad cultural que requiere espacios seguros para desarrollarse. La Asociación Deportiva Local Fueguina de Automovilismo recordó a Paredes como un entusiasta que vivía con alegría su pasión, mientras que en Santiago, comunidades jóvenes han expresado la necesidad de espacios urbanos que permitan la expresión automovilística sin poner en riesgo vidas.
Por otro lado, voces ciudadanas y de organizaciones sociales han cuestionado la permisividad y la falta de infraestructura adecuada para contener estas prácticas, que a menudo se trasladan a vías públicas sin las condiciones mínimas.
Las muertes de estas cinco personas jóvenes —tres mujeres en Santiago y la pareja en Argentina— son un recordatorio brutal de los límites entre la pasión, la imprudencia y la seguridad. La tragedia en Río Grande también expone la necesidad de una coordinación transfronteriza en materia de regulación vehicular y seguridad vial, dada la movilidad frecuente entre regiones del sur de Chile y Argentina.
A nivel nacional, estas historias han reavivado el debate sobre políticas públicas en seguridad vial, la fiscalización de vehículos modificados y la promoción de una cultura responsable en torno al automovilismo.
Queda en evidencia que la velocidad sin control y la falta de espacios adecuados para la práctica deportiva o recreativa pueden convertir la pasión en tragedia. La pregunta que queda abierta es cómo equilibrar el derecho a la expresión y la movilidad con la protección de vidas, especialmente de los más jóvenes, que son las víctimas recurrentes de esta ecuación fatal.
En definitiva, estas tragedias nos enfrentan a una realidad incómoda: la velocidad puede ser un placer, pero también un verdugo silencioso. La reflexión colectiva y la acción coordinada son imperativas para evitar que la historia se repita.