
En abril de 2025, el presidente estadounidense Donald Trump detonó una escalada arancelaria que sacudió los mercados globales y puso a prueba las cadenas de comercio internacional. El anuncio inicial de un arancel base del 10% para todas las importaciones a EE.UU., con cifras aún más altas para China y la Unión Europea, generó un desplome bursátil inmediato. Sin embargo, apenas días después, la Casa Blanca decretó una pausa de 90 días para algunos de estos aumentos, salvo para China, lo que sumó confusión y volatilidad a un escenario ya complejo.
Este episodio, que podría leerse como un simple vaivén de decisiones, es en realidad la manifestación de una estrategia deliberadamente confusa, que expertos han comparado con las enseñanzas de Sun Tzu en "El arte de la guerra". Natalia Aránguiz, experta en estudios económicos, señala que "gran parte de las jurisdicciones se rendirán en una privada y tranquila negociación con Estados Unidos", buscando evitar un conflicto abierto pero cediendo a la presión de Washington. En este juego, Chile y otros 74 países han quedado en la fila para renegociar sus tarifas, con la amenaza constante de represalias y ajustes abruptos.
Desde la perspectiva política, la administración Trump enfrenta un delicado equilibrio. Por un lado, la presión de sectores empresariales y del propio Partido Republicano, preocupados por el impacto en la economía doméstica y la riqueza familiar —se estima que un 15% de la riqueza promedio estadounidense está invertida en bolsa, la cual sufrió caídas significativas— obliga a moderar el tono y las acciones. Por otro, la necesidad de mostrar "victorias" rápidas y contundentes en el tablero internacional para fortalecer su base electoral, especialmente de cara a las elecciones legislativas de 2026, limita la flexibilidad del mandatario.
Chile, como exportador, ha vivido esta guerra en carne propia. Tras el anuncio de Trump, el gobierno chileno confirmó que el arancel base del 10% para sus exportaciones, excepto cobre y madera, no fue pausado. Esta realidad ha generado inquietud en sectores productivos y comerciales, que ven con preocupación la incertidumbre y el riesgo de represalias que podrían afectar la competitividad.
China emerge como el gran protagonista en esta disputa. Pekín respondió con aranceles del 125% a productos estadounidenses, una señal clara de que no cederá a la presión. La fortaleza del gigante asiático, su disciplina política y la ausencia de un electorado que condicione sus decisiones, contrastan con la volatilidad interna de EE.UU. Aránguiz enfatiza que "el mundo tomará nota de que EE.UU. es un socio poco confiable" y que los países buscarán diversificar sus alianzas comerciales, abriendo oportunidades para China. Sergio Lehmann, economista jefe de BCI, coincide en que esta dinámica podría dejar a China como el gran ganador, con mayor acceso a mercados globales y una posición más favorable en sectores tecnológicos y manufactureros.
Las voces expertas no ocultan la disonancia que atraviesa este escenario. Mientras algunos analistas proyectan que las negociaciones bilaterales con países como Corea del Sur, Japón, India, y eventualmente la Unión Europea y Canadá, serán prioritarias y podrían aliviar tensiones, otros advierten que la incertidumbre y la volatilidad persistirán, afectando el comercio global y el crecimiento económico.
Hermann González, de Clapes UC, advierte que "la incertidumbre y la volatilidad de los mercados continuarán si Trump y otras naciones siguen anunciando aranceles o represalias". Alejandro Fernández, socio de Gemines, añade que "la guerra sigue con China, pero se apacigua, por ahora, con los demás", y que esta pausa no implica calma sino un alto costo para la economía estadounidense y mundial.
En definitiva, este capítulo de la guerra arancelaria ha dejado en evidencia las tensiones entre la política interna estadounidense y sus ambiciones externas, el debilitamiento de la confianza en EE.UU. como socio comercial y la recomposición de alianzas globales. Chile, inmerso en esta trama, debe prepararse para un escenario donde la negociación y la diversificación serán claves para mitigar riesgos.
La pausa de 90 días no es un punto final, sino un interludio que revela la complejidad de un conflicto que redefine el comercio mundial y plantea desafíos estructurales para los países que dependen de la estabilidad y previsibilidad del sistema internacional.
2025-11-12
2025-11-12