
Un conflicto que no cesa y se transforma
El 7 de octubre de 2023, el ataque de Hamas al sur de Israel desencadenó una guerra que, a casi dos años, sigue marcando la región con cifras devastadoras y una dinámica de violencia que no encuentra tregua definitiva. Este 2025, la ofensiva israelí ha escalado, extendiéndose a gran parte de la Franja de Gaza. La toma del corredor de Morag, entre Rafah y Khan Younis, no solo es un avance militar sino un símbolo de la presión creciente que Israel impone para forzar la liberación de los rehenes y desarticular a Hamas.
“Pronto, las operaciones de las FDI se intensificarán y se expandirán a otras áreas en la mayor parte de Gaza”, declaró el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, en un mensaje dirigido a la población gazatí, que vive bajo la amenaza constante de evacuaciones y bombardeos.
Multiplicidad de voces en un escenario fragmentado
Desde el lado palestino, Hamas insiste en que las negociaciones en El Cairo con mediadores egipcios buscan un alto al fuego que termine con la “agresión” y la “ocupación”. Sin embargo, la organización no ha recibido nuevas propuestas formales, según sus portavoces, y mantiene una posición firme ante las demandas israelíes.
“Esperamos que la reunión permita lograr avances reales hacia un acuerdo que ponga fin a la guerra”, afirmó un negociador de Hamas bajo condición de anonimato. Por su parte, fuentes israelíes y estadounidenses hablan de un posible acuerdo inminente que incluiría la liberación parcial de rehenes y una tregua temporal, aunque la desconfianza y la incertidumbre persisten.
El rostro humano de la tragedia
Más allá de las negociaciones y las operaciones militares, el saldo humano es aterrador. Según el Ministerio de Salud de Gaza, ya son más de 50 mil los palestinos fallecidos desde el inicio de la ofensiva israelí, con miles de heridos y desplazados. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos documenta cientos de bombardeos contra zonas residenciales, lo que agrava la crisis humanitaria y alimenta la condena internacional.
En Israel, la sociedad también está marcada por el trauma de los ataques iniciales y la persistente amenaza de cohetes desde Gaza. La polarización política se profundiza, con sectores que apoyan la escalada militar y otros que claman por soluciones diplomáticas urgentes.
¿Qué queda claro tras casi dos años de guerra?
Primero, que la violencia sostenida ha transformado el conflicto en un laberinto sin salida sencilla. La ofensiva israelí y la resistencia de Hamas se alimentan mutuamente, mientras la población civil sufre el peso de decisiones que escapan a su control.
Segundo, que las negociaciones, aunque fragmentadas y lentas, siguen siendo el único camino posible para evitar una catástrofe aún mayor. La presión internacional y los mediadores regionales juegan un rol clave, aunque limitado por las desconfianzas históricas.
Finalmente, que la narrativa dominante en ambos lados está marcada por la tragedia, la victimización y la urgencia de justicia, lo que dificulta la construcción de puentes. La historia reciente muestra que la comprensión profunda de estas perspectivas es esencial para cualquier análisis serio del conflicto.
El desafío no es solo militar o político, sino también humano y ético. En este escenario, la paciencia y la reflexión se vuelven herramientas indispensables para quienes buscan entender un conflicto que, a pesar de la distancia temporal, sigue siendo una herida abierta en la región y en la conciencia global.
2025-11-05