
Un cambio esperado y polémico. El 14 de abril de 2025 marcó un antes y un después en la política económica argentina con la eliminación total del cepo cambiario. Tras seis años de restricciones, el Banco Central argentino levantó el tope mensual que limitaba la compra de dólares a 200 por persona, eliminando además otras trabas impuestas durante la pandemia y por razones fiscales o laborales. Este gesto de apertura no solo afecta a los individuos, sino que también modifica profundamente el funcionamiento del sector empresarial y financiero.
Desde la perspectiva oficial, el ministro de Economía Luis Caputo enfatizó que esta medida forma parte de la “Fase 3” del programa económico, que busca dar mayor previsibilidad y fomentar la inversión privada. En este sentido, las empresas extranjeras podrán repartir utilidades más libremente y las MiPyMEs tendrán acceso inmediato a dólares para importaciones. Además, se flexibilizan los plazos para operaciones de comercio exterior y se eliminan restricciones cruzadas para actores del mercado financiero.
Pero la medida no es unánimemente celebrada. Desde sectores críticos, especialmente algunos economistas heterodoxos y representantes de grupos sociales afectados por la inflación persistente, se advierte que la liberalización del mercado cambiario podría profundizar la volatilidad del peso argentino y beneficiar principalmente a actores con mayor acceso a capitales.“La eliminación del cepo sin un control estricto puede abrir la puerta a una fuga acelerada de divisas y agravar la desigualdad,” sostuvo una economista de la Universidad de Buenos Aires en un foro reciente.
Regionalmente, la medida también genera reacciones encontradas. Mientras sectores empresariales en provincias exportadoras celebran la mayor facilidad para acceder a divisas, comunidades más vulnerables temen que la apertura impacte en el costo de vida, especialmente en bienes importados.
El respaldo del Fondo Monetario Internacional (FMI), que comprometió un préstamo de 20.000 millones de dólares, añade una dimensión internacional a este cambio. Parte de esos fondos se destinarán a recomprar deuda interna y sanear las cuentas del Banco Central, buscando una estabilidad macroeconómica que hasta ahora ha sido esquiva.
En cuanto al dólar, el Banco Central implementó un sistema de bandas que permite su libre flotación entre $1.000 y $1.400 pesos argentinos, interviniendo solo para evitar movimientos abruptos. Esta estrategia busca evitar tanto la apreciación como la depreciación brusca de la moneda, pero mantiene un grado de incertidumbre para actores económicos y ciudadanos.
En definitiva, la eliminación del cepo cambiario es un hito que reconfigura el tablero económico argentino. Implica un salto hacia la liberalización financiera con la esperanza de atraer inversiones y mejorar la confianza, pero también abre desafíos en términos de estabilidad y equidad social. La tensión entre apertura y control, beneficio y riesgo, se instala como la nueva arena donde se jugarán las próximas batallas económicas del país vecino.
2025-11-10