Tensión hídrica entre México y Estados Unidos: un conflicto que trasciende fronteras y décadas

Tensión hídrica entre México y Estados Unidos: un conflicto que trasciende fronteras y décadas
Internacional
América Latina
2025-11-30
Fuentes
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- Un tratado de 1944 que regula la distribución del agua de ríos fronterizos.
- Sequía prolongada y cambio climático que agravan la disputa.
- Impactos sociales y políticos en ambos lados de la frontera, con agricultores y gobiernos en pugna.

En el escenario árido del norte mexicano y el sur estadounidense, el agua se ha convertido en un recurso más valioso que el oro. Desde hace meses, la tensión entre México y Estados Unidos ha escalado debido al incumplimiento parcial del Tratado de Aguas de 1944, que establece la distribución del agua de los ríos Bravo (Grande) y Colorado. Este acuerdo, firmado hace más de siete décadas, ha sido la base para la cooperación hídrica bilateral, pero la prolongada sequía y el cambio climático han puesto a prueba su vigencia y la paciencia de ambos países.

El presidente Donald Trump, en su momento, amenazó con sanciones y aranceles si México no cumplía con la entrega pactada de agua a Texas, acusando un perjuicio directo a los agricultores del sur estadounidense. En respuesta, la entonces presidenta Claudia Sheinbaum defendió la posición mexicana, señalando que el país ha cumplido en la medida de la disponibilidad hídrica y proponiendo una agenda de diálogo inmediato para solucionar las diferencias.

El tratado y su contexto histórico

Firmado en 1944, el tratado surge como una solución a disputas históricas que datan desde el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), cuando México cedió más de la mitad de su territorio a Estados Unidos tras la guerra entre ambos países. La frontera quedó establecida en el río Bravo, cuyas aguas se volvieron un bien compartido y disputado.

El acuerdo establece que México debe entregar anualmente un volumen mínimo de agua a Estados Unidos, mientras que Estados Unidos entrega agua del río Colorado a México. Además, permite que México cumpla su cuota en periodos de hasta cinco años, una ventaja que algunos analistas consideran crucial para manejar la escasez.

Perspectivas encontradas: agricultores, gobiernos y expertos

En el lado mexicano, los agricultores del estado de Chihuahua han vivido en carne propia las consecuencias de la sequía y las obligaciones del tratado. 'En 1995 no se abrieron las presas para sembrar y hubo una migración masiva que aún afecta a nuestras familias', recuerda Salvador Alcantar, líder de la Asociación de Usuarios de Riego. Para ellos, el cumplimiento del tratado no es solo un tema diplomático, sino una cuestión de supervivencia social y económica.

Por otro lado, autoridades y sectores políticos mexicanos defienden la necesidad de mantener la flexibilidad del tratado, argumentando que reformarlo podría significar perder derechos adquiridos y agravar la crisis interna.

Desde Estados Unidos, especialmente en Texas, la presión para que México cumpla estrictamente con el acuerdo ha sido intensa, con voces que exigen medidas más duras frente a lo que consideran un incumplimiento que afecta a sus comunidades agrícolas.

Consecuencias y lecciones a largo plazo

Este conflicto pone en evidencia la fragilidad de acuerdos firmados en contextos muy distintos a los actuales, en los que el cambio climático ha modificado radicalmente la disponibilidad de recursos naturales. La sequía prolongada y el aumento de la demanda hídrica en ambos países complican la implementación del tratado y exigen una revisión profunda y consensuada.

Además, la disputa revela la tensión entre intereses nacionales y locales, donde las decisiones diplomáticas tienen consecuencias directas en la vida de miles de familias que dependen del agua para su sustento.

Que este episodio no se reduzca a un enfrentamiento político pasajero es un desafío para ambos gobiernos. La búsqueda de soluciones sostenibles y equitativas, que reconozcan las realidades sociales y ambientales, será clave para evitar nuevas crisis y fomentar una cooperación basada en la confianza y el respeto mutuo.

En definitiva, el agua en la frontera México-Estados Unidos no es solo un recurso, sino un espejo donde se reflejan décadas de historia, desigualdades y la urgencia de adaptarse a un futuro incierto.