
Un tablero geopolítico en ebullición. El 30 de noviembre de 2025, Venezuela presentó ante la alianza OPEP+ una acusación directa contra Estados Unidos, señalando un intento de apropiación de sus vastas reservas petroleras mediante el uso de la fuerza militar. Esta denuncia, transmitida por la vicepresidenta Delcy Rodríguez y firmada por Nicolás Maduro, no es un acto aislado, sino la culminación de semanas de tensiones que han puesto al Caribe en el centro de un pulso entre dos visiones irreconciliables.
Desde agosto, Washington mantiene un despliegue naval y aéreo en aguas cercanas a Venezuela, operativo que justifica como lucha contra el narcotráfico y el denominado "narcoterrorismo". Sin embargo, para Caracas, esta presencia es una amenaza encubierta que busca desestabilizar su gobierno y controlar sus recursos energéticos, los más grandes del planeta.
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El chavismo ha elevado el tono, acusando a EE.UU. de intentar convertir a Venezuela en una "puerta de entrada" para una estrategia colonialista en América Latina. "Pretenden sembrar un conflicto en la región y forzar una guerra en una zona de paz", afirmó el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), llamando a una movilización internacional contra lo que califican como una guerra psicológica y militar.
Por su parte, Estados Unidos ha defendido su despliegue como una operación legítima para frenar el narcotráfico que afecta a su territorio y a la estabilidad regional. La reciente designación del Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera, vinculada al gobierno venezolano, refuerza su narrativa de seguridad nacional.
Esta dualidad entre soberanía y seguridad alimenta una crisis de confianza que trasciende la retórica: el cierre y suspensión de vuelos comerciales entre Venezuela y varias aerolíneas internacionales evidencian el impacto tangible en la movilidad y economía regional.
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La denuncia venezolana ante la OPEP+ no solo busca apoyo político, sino también advertir sobre las consecuencias globales. "Esta pretensión pone en grave peligro la estabilidad de la producción petrolera venezolana y el mercado internacional", alertó Delcy Rodríguez, apelando a la responsabilidad de los países productores y consumidores.
Analistas internacionales señalan que un conflicto prolongado en el Caribe podría disparar la volatilidad en los precios del crudo, afectando a economías dependientes del petróleo y generando incertidumbre en mercados ya tensionados por la transición energética.
Además, la región enfrenta una creciente polarización política y social, donde actores externos e internos juegan un rol en la escalada de tensiones, dificultando vías diplomáticas y aumentando el riesgo de confrontaciones directas.
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La realidad es que el despliegue militar estadounidense y la respuesta venezolana han creado un escenario de alta tensión con múltiples frentes abiertos: político, económico, social y militar. Las acusaciones cruzadas reflejan no solo un choque de intereses, sino también la complejidad de un mundo multipolar donde las narrativas de soberanía y seguridad se entrelazan con intereses geoestratégicos y económicos.
Mientras Venezuela busca apoyo en la OPEP+ para frenar lo que llama una agresión, Estados Unidos continúa reforzando su presencia en el Caribe bajo la bandera de la lucha antidrogas y la seguridad hemisférica.
Para la región, el desafío será encontrar un equilibrio que evite la escalada hacia un conflicto abierto, garantice la estabilidad energética global y respete la soberanía de los Estados, en un contexto donde las certezas son escasas y las tensiones palpables.
Este episodio, madurado y analizado con distancia, invita a reflexionar sobre las consecuencias de la política de poder y la importancia de canales diplomáticos sólidos para prevenir tragedias que, como en un coliseo, enfrentan a pueblos y gobiernos en una lucha por la supervivencia y la dignidad.
2025-11-28