El dilema de la paz en Ucrania: ¿concesión o resistencia?: Un tablero geopolítico marcado por la ética y la seguridad internacional

El dilema de la paz en Ucrania: ¿concesión o resistencia?: Un tablero geopolítico marcado por la ética y la seguridad internacional
Internacional
América Latina
2025-11-30
Fuentes
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- Negociaciones complejas entre potencias globales y actores regionales.

- Dilemas éticos y legales sobre la integridad territorial y el derecho internacional.

- Impactos regionales y sociales que revelan tensiones internas y externas.

Una guerra que parece no tener fin, pero con un acuerdo a la vista que genera más preguntas que certezas. A menos de tres meses de que el conflicto entre Rusia y Ucrania entre en su cuarto año, Estados Unidos ha intensificado sus esfuerzos para alcanzar un acuerdo de paz. Sin embargo, la propuesta de Washington —un plan de 28 puntos filtrado hace poco más de diez días— ha desatado un intenso debate que trasciende el mero cese al fuego.

El principal escollo radica en que el plan contempla la entrega de regiones clave como Donbas y Crimea a Rusia, la reducción del ejército ucraniano a menos de 400 mil efectivos y la renuncia formal de Ucrania a unirse a la OTAN. Para muchos, esto no es solo un acuerdo, sino una concesión que podría validar el uso de la fuerza como método para cambiar fronteras, un precedente peligroso para la seguridad internacional.

“Por valiosos que sean los esfuerzos por poner fin a la guerra, los términos de la paz no pueden acabar validando el uso de la fuerza para anexar territorios, porque ello debilitaría el derecho internacional y abre la puerta a futuros conflictos,” advierten expertos consultados por la Unión Europea y académicos especializados en derecho internacional.

En el epicentro de esta disputa, el presidente ucraniano Volodomir Zelensky ha mostrado disposición a avanzar, señalando que la versión reducida del plan a 19 puntos podría derivar en “acuerdos más profundos”. Sin embargo, persisten dos asuntos cruciales: las garantías de seguridad para Ucrania y el estatus definitivo de los territorios ocupados.

Desde Moscú, Vladimir Putin ha declarado que el plan “podría ser la base de un acuerdo futuro”, aunque subrayó que cada punto debe ser trabajado intensamente y reconoció que, por ahora, un acuerdo es “imposible”. Esta ambigüedad alimenta la desconfianza y el escepticismo.

La Unión Europea, por su parte, ha convocado reuniones de urgencia para intentar aunar posiciones y evitar que el acuerdo favorezca exclusivamente a Rusia. Sin embargo, la falta de claridad sobre un posible intercambio de territorios y las garantías de seguridad mantiene a Kiev y Bruselas en alerta.

Desde una perspectiva política, las posturas están divididas. Algunos países europeos, especialmente aquellos con fronteras cercanas a Rusia, presionan por un acuerdo que detenga la guerra cuanto antes, aunque implique concesiones territoriales. Otros, en cambio, temen que ceder soberanía ucraniana debilite el marco legal internacional y provoque un efecto dominó en la región.

En la sociedad civil ucraniana, la tensión es palpable. Mientras algunos sectores abogan por la resistencia y la defensa a toda costa, otros, exhaustos tras años de conflicto, ven en el acuerdo una esperanza para la reconstrucción y la paz.

Este contraste se refleja también en la opinión pública europea, donde la fatiga ante un conflicto lejano convive con el temor a una escalada mayor. “Un acuerdo que ceda territorio ucraniano a Rusia terminará validando el uso de la fuerza como mecanismo para anexar territorios,” advierten analistas de seguridad.

En conclusión, el debate sobre los términos de la paz en Ucrania no es solo una negociación diplomática sino un choque de principios éticos y legales que marcarán el futuro del orden internacional. La comunidad global enfrenta el desafío de equilibrar la urgencia de poner fin a una guerra devastadora con la necesidad de preservar la integridad territorial y la legalidad que sostiene la convivencia pacífica entre naciones.

El desenlace de esta historia, que aún está en curso, tendrá consecuencias que irán más allá del conflicto mismo, definiendo cómo se resolverán o perpetuarán las disputas territoriales en el siglo XXI.