
Una noche de música y baile que terminó en desastre. El colapso de una discoteca en República Dominicana el 8 de abril de 2025 dejó un saldo fatal de 113 muertos y decenas de heridos. La tragedia ocurrió durante un concierto del reconocido merenguero Rubby Pérez, quien también perdió la vida en el incidente. Más de siete meses después, las heridas aún no cierran y el país enfrenta un debate profundo sobre seguridad, responsabilidad y memoria.
Los informes oficiales señalan que la estructura cedió alrededor de las 2:30 AM, cuando la discoteca estaba a máxima capacidad. Testigos describen cómo el suelo vibró y se hundió abruptamente, atrapando a cientos bajo escombros y causando pánico generalizado. La respuesta de emergencia fue rápida, pero la magnitud del desastre superó toda previsión.
Desde el gobierno dominicano, 'se ha reconocido la falta de inspecciones rigurosas previas y la ausencia de protocolos claros para eventos masivos', según declaraciones del ministro de Interior. Sin embargo, sectores empresariales y organizadores defienden que la responsabilidad recae también en la informalidad y la falta de regulación efectiva a nivel local.
Familiares de las víctimas exigen justicia y reformas estructurales. 'No puede repetirse esta tragedia, no podemos seguir perdiendo a nuestros jóvenes por la negligencia y la corrupción', afirma una madre que perdió a su hijo en el colapso. Por otro lado, algunos sobrevivientes y empleados de la discoteca denuncian que las condiciones laborales eran precarias y que las advertencias sobre riesgos fueron ignoradas.
En el plano político, la tragedia ha reavivado tensiones entre el gobierno central y las autoridades municipales. Mientras el ejecutivo impulsa una reforma de seguridad en locales nocturnos, alcaldes y dirigentes comunitarios reclaman mayor apoyo y recursos para inspecciones y educación ciudadana.
Analistas señalan que esta tragedia es un síntoma de problemas estructurales más amplios en la región: 'La informalidad, la corrupción y la falta de inversión en infraestructura segura son un cóctel peligroso que se repite en varios países latinoamericanos', comenta un experto en gestión de riesgos.
Más allá de la cifra impactante, esta tragedia revela la fragilidad de sistemas que deberían proteger a la ciudadanía. La memoria de las víctimas obliga a un examen crítico sobre cómo se gestionan los espacios públicos, la responsabilidad compartida entre el Estado y el sector privado, y la urgencia de una cultura de prevención.
Si bien las investigaciones judiciales continúan, la lección para toda la región es clara: sin cambios profundos en la regulación, supervisión y conciencia social, la historia podría repetirse. La tragedia de la discoteca dominicana es un espejo donde se reflejan las grietas de nuestras sociedades y el costo humano de ignorarlas.