
En abril de 2025, China anunció que adoptaría medidas enérgicas para responder a la imposición de aranceles del 104% por parte de Estados Unidos. Este episodio, lejos de ser un conflicto aislado, se ha convertido en un símbolo de la compleja relación bilateral que define buena parte del orden económico mundial contemporáneo.
Desde el principio, Beijing dejó claro que no se quedaría pasivo ante lo que calificó como un "acoso" y "medidas unilaterales" por parte de Washington. El portavoz del Ministerio de Comercio chino expresó un firme rechazo a las acciones estadounidenses, advirtiendo que el país asiático estaba dispuesto a "luchar hasta el final" para proteger sus intereses legítimos.
Por su parte, la Casa Blanca, con Karoline Leavitt como portavoz, defendió la estrategia arancelaria como una respuesta necesaria que busca equilibrar una relación comercial percibida como injusta. La retórica estadounidense se centró en la idea de que "cuando Estados Unidos recibe un puñetazo, devuelve el golpe con más fuerza", reflejando la tensión y la falta de confianza mutua.
Desde el prisma político, en China el discurso oficial apela a la soberanía económica y la defensa del desarrollo nacional frente a lo que se percibe como proteccionismo y unilateralismo estadounidense. En cambio, en Washington, el enfoque es la protección de industrias nacionales y la presión para modificar prácticas comerciales chinas consideradas desleales.
En América Latina, la escalada arancelaria ha generado incertidumbre. Países exportadores de materias primas y manufacturas se han visto afectados por la volatilidad de los mercados y la reconfiguración de cadenas de suministro. Algunos analistas regionales advierten que la confrontación entre estas potencias obliga a los países latinoamericanos a diversificar sus relaciones comerciales y a fortalecer sus economías internas para no quedar atrapados en disputas ajenas.
En la sociedad civil global, la narrativa oscila entre el temor a una guerra comercial prolongada y la esperanza de que el diálogo y la cooperación puedan prevalecer. El documento publicado por Beijing, un "libro blanco" que detalla la política china y los daños del unilateralismo, busca precisamente abrir un canal para el entendimiento, aunque sus efectos prácticos siguen siendo limitados.
Tras siete meses desde el inicio de esta escalada, el balance muestra una relación bilateral más tensa y fragmentada, con repercusiones que trascienden a ambos países. La verdad que emerge es que ni China ni Estados Unidos han logrado una victoria clara; el proteccionismo ha generado costos económicos y políticos para ambos.
Además, la disputa ha evidenciado la fragilidad de un sistema global interdependiente donde las decisiones unilaterales pueden tener un efecto dominó. Para América Latina y otras regiones, la lección es clara: la necesidad de fortalecer la resiliencia económica y buscar espacios de cooperación multilateral que permitan sortear las turbulencias de las grandes potencias.
Este capítulo de la relación China-Estados Unidos sigue abierto, con un escenario incierto que invita a la reflexión sobre el futuro del comercio internacional y la geopolítica global.
2025-11-11