Temblor en Tarapacá y Mina Collahuasi: la sacudida que reavivó viejas heridas sísmicas
El 8 de abril de 2025, la tierra volvió a hablar en la Región de Tarapacá con un temblor de magnitud 5,0 cuyo epicentro se ubicó a poco más de 29 kilómetros al sur de la Mina Collahuasi, en la comuna de Pica. A una profundidad de 126,4 kilómetros, el movimiento sísmico fue sentido en distintas localidades, despertando tanto la memoria histórica como las preocupaciones actuales sobre la seguridad y resiliencia en una zona marcada por la actividad minera y la constante amenaza telúrica.
El Centro Sismológico Nacional reportó el evento ocurrido a las 18:30 horas, y desde entonces las miradas se dividieron entre quienes enfatizan la inevitabilidad de estos temblores y quienes cuestionan la capacidad estatal para mitigar sus impactos.
Ecos desde la política y la gestión de riesgos
El gobierno regional y el Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred) activaron protocolos de evaluación inmediata. “Se está monitoreando la situación para determinar daños a personas, infraestructura y servicios básicos”, señalaron en un comunicado oficial que busca contener la inquietud ciudadana.
Sin embargo, voces críticas, especialmente desde organizaciones sociales y comunidades indígenas del altiplano, advierten que estos episodios revelan falencias estructurales. “No basta con reaccionar tras el sismo, necesitamos una planificación territorial que considere el riesgo permanente y los efectos acumulados de la actividad minera en la estabilidad del suelo”, expresó un representante de la comunidad de Pica, resaltando la tensión entre desarrollo económico y seguridad ambiental.
Mirada científica: entre la normalidad y la incertidumbre
Expertos en geología y sismología recuerdan que el norte de Chile es un corredor sísmico activo, donde la interacción de placas tectónicas genera movimientos frecuentes y variados. “Un sismo de magnitud 5,0, aunque perceptible, es parte de la dinámica natural de la región y no necesariamente indica un evento mayor inminente”, explicó un académico de la Universidad de Chile.
No obstante, la profundidad considerable del hipocentro y la localización cercana a una gran mina a cielo abierto abren interrogantes sobre posibles réplicas y efectos secundarios, como deslizamientos o daños en infraestructura crítica.
La memoria colectiva y el peso del pasado
Este temblor no ocurrió en el vacío. La historia sísmica de Chile, y en particular de la zona norte, está marcada por episodios que han dejado cicatrices profundas. Desde el devastador terremoto de Arica en 1868 hasta eventos más recientes, la población ha aprendido a convivir con la incertidumbre.
“Cada movimiento telúrico revive recuerdos y temores, pero también fortalece la cultura de prevención que hemos ido construyendo”, reflexionó un historiador local, poniendo en perspectiva la tragedia y la resiliencia.
Constataciones finales
Este temblor de abril de 2025, aunque no provocó daños significativos, pone en evidencia las tensiones entre la naturaleza impredecible y la acción humana. La coexistencia entre la minería de gran escala y las comunidades locales exige un diálogo constante y políticas públicas que integren la gestión del riesgo sísmico con el desarrollo sostenible.
La verdad incontrovertible es que Chile no puede escapar a su condición de país sísmico. Pero sí puede decidir cómo prepararse y responder, aprendiendo de cada sacudida y transformando la tragedia potencial en una oportunidad para fortalecer la cohesión social, la planificación territorial y la protección ciudadana.
Fuentes consultadas incluyen reportes oficiales del Centro Sismológico Nacional, Senapred, testimonios comunitarios y análisis académicos publicados tras el evento.