
Una escalada inesperada en la guerra comercial entre Estados Unidos y Canadá ha cobrado protagonismo tras el anuncio del expresidente Donald Trump de aumentar en un 10% los aranceles a productos canadienses. Esta medida, comunicada a finales de octubre de 2025, no solo profundiza el conflicto económico, sino que se enmarca en una controversia simbólica y política que ha puesto en jaque las relaciones bilaterales y ha abierto un debate sobre la interpretación histórica y el uso del poder presidencial.El 25 de octubre de 2025, Trump anunció en su plataforma Truth Social un incremento del 10% en los aranceles a Canadá, argumentando que un anuncio publicitario emitido por el gobierno de Ontario tergiversaba las palabras del expresidente Ronald Reagan para influir en la Corte Suprema de EE.UU.
El centro de la controversia fue un comercial televisivo de un minuto transmitido durante las Series Mundiales de béisbol, en el que se usaron fragmentos del discurso de Reagan criticando los aranceles y el proteccionismo. Trump calificó el anuncio como un "fraude" y un "acto hostil" que buscaba manipular la opinión del máximo tribunal estadounidense, que en noviembre debía resolver sobre la legalidad de los aranceles impuestos por la Administración Trump bajo poderes de emergencia económica.'Su anuncio debía ser retirado INMEDIATAMENTE, pero lo dejaron pasar anoche durante la Serie Mundial, a sabiendas de que era un FRAUDE', escribió Trump, reforzando su narrativa de victimización y defensa de la soberanía económica.La provincia de Ontario, responsable del anuncio, suspendió la campaña publicitaria tras conversaciones con el primer ministro canadiense Mark Carney, en un intento de aliviar la tensión.
Desde Washington, la Administración Trump defendió la medida como una cuestión de seguridad nacional y protección económica, insistiendo en que Reagan apoyaba los aranceles en ciertos contextos. Sin embargo, expertos en historia política y economía señalan que Reagan fue un crítico consistente del proteccionismo, alertando sobre sus efectos nocivos en el mercado y las relaciones internacionales."Ronald Reagan desconfiaba de los aranceles y los veía como un perjuicio para la economía estadounidense", apunta un historiador estadounidense consultado para este análisis.
En Canadá, la medida fue recibida con preocupación y rechazo. El primer ministro Carney y el gobierno de Ontario buscaron mantener abiertas las negociaciones comerciales, conscientes del impacto negativo que un aumento arancelario tendría en su economía, particularmente en sectores como el acero y el aluminio, pilares de la provincia.'Canadá sigue respondiendo enérgicamente a aranceles injustificados e irrazonables', declaró el ministro de Finanzas canadiense Francois-Philippe Champagne en abril, cuando ya se habían impuesto gravámenes previos.
Este episodio no es un hecho aislado, sino la culminación de una serie de medidas proteccionistas y represalias entre ambos países. Canadá respondió en abril de 2025 con aranceles del 25% a ciertos autos estadounidenses, mientras que EE.UU. ha aplicado tarifas de hasta 50% en acero y aluminio canadienses.Más de tres cuartas partes de las exportaciones canadienses se destinan a Estados Unidos, por lo que cualquier incremento arancelario tiene efectos directos y profundos en la economía canadiense.
La disputa también ha dejado al descubierto tensiones internas dentro del Congreso de EE.UU., donde algunos senadores republicanos y demócratas han intentado bloquear los aranceles, señalando la falta de justificación de emergencia económica para su imposición."Las emergencias son como la guerra, la hambruna y los tornados", afirmó el senador Rand Paul, cuestionando el uso del poder presidencial para imponer estas medidas.
La controversia ha puesto en escena a figuras clave: Donald Trump, en su rol de estratega arancelario y defensor de un nacionalismo económico; Mark Carney, como interlocutor canadiense que busca mitigar daños; y Doug Ford, líder provincial que se vio obligado a pausar la campaña publicitaria para evitar mayores represalias.
Este choque no solo enfrenta posturas económicas, sino también narrativas históricas y simbólicas, donde el legado de Reagan es reinterpretado en función de intereses presentes. La disputa se convierte así en un espectáculo político que trasciende la mera economía para tocar fibras identitarias y de poder.
Tras varias semanas de tensión, queda claro que:
- La escalada arancelaria refleja una estrategia de presión que, aunque puede tener efectos tácticos, también genera daños colaterales en la confianza bilateral y en sectores productivos.
- El uso de símbolos históricos para justificar o deslegitimar políticas económicas evidencia la complejidad de los discursos políticos y la necesidad de un análisis crítico y contextualizado.
- La disputa judicial en la Corte Suprema de EE.UU. será decisiva para definir los límites del poder presidencial en materia económica y la legitimidad de medidas excepcionales.
- Finalmente, la pausa en la campaña publicitaria y la disposición de Canadá a retomar el diálogo sugieren que, a pesar del conflicto, ambos países buscan evitar un deterioro irreversible en sus relaciones comerciales y diplomáticas.
Este episodio pone en evidencia cómo la economía global se entrelaza con la política, la historia y la comunicación, y cómo las decisiones tomadas en Washington y Ottawa tienen repercusiones que van más allá de los números, impactando la percepción pública y la estabilidad regional.