La escalada arancelaria entre EE.UU. y China: un pulso que redefine el comercio global
El 7 de abril de 2025, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una bomba en el tablero del comercio internacional: amenazó con imponer un arancel adicional del 50% a China si Beijing no retiraba sus gravámenes de represalia. Esta decisión no solo congeló las negociaciones bilaterales, sino que abrió una nueva fase de tensión que, con el paso de los meses, ha demostrado tener consecuencias profundas y multifacéticas.
Un enfrentamiento que no es solo económico
Desde el inicio, la medida fue interpretada por distintos actores como un movimiento estratégico para presionar a China y mostrar un liderazgo firme ante la opinión pública estadounidense. Sin embargo, más allá del simbolismo, la realidad revela un complejo entramado de intereses y consecuencias.
“Esta escalada arancelaria refleja un cambio en la política comercial global, donde la confrontación directa sustituye gradualmente a la cooperación multilateral”, señala la economista chilena María Fernanda Soto, experta en comercio internacional.
Por su parte, desde Beijing, la respuesta no se hizo esperar. China mantuvo sus gravámenes y advirtió sobre represalias adicionales, mientras reforzaba sus alianzas comerciales con otros bloques económicos como la Unión Europea y países asiáticos, buscando diversificar sus mercados y reducir la dependencia de EE.UU.
Voces encontradas: Washington, Beijing y América Latina
En Estados Unidos, la medida fue celebrada por sectores industriales que buscan protegerse de la competencia china, aunque también generó críticas desde cámaras empresariales que advierten sobre el aumento de costos y la incertidumbre para las inversiones.
En contraste, la Unión Europea y América Latina observaron con cautela. Para Chile, país exportador de cobre y otros minerales, la guerra comercial ha significado una volatilidad en los precios y una presión para buscar nuevos mercados. “Chile debe aprovechar esta coyuntura para fortalecer su inserción en cadenas globales alternativas y no depender exclusivamente de EE.UU. o China”, advierte el académico de la Universidad de Santiago, Gonzalo Rivas.
Consecuencias visibles y lecciones aprendidas
A ocho meses de aquella declaración, el panorama es claro: las cadenas de suministro globales se han fragmentado, el comercio mundial se ha desacelerado y las tensiones políticas han escalado. Para los consumidores, esto se ha traducido en precios más altos y menor disponibilidad de ciertos productos.
No obstante, esta crisis también ha impulsado una reflexión necesaria sobre la interdependencia económica y la vulnerabilidad de los sistemas comerciales ante decisiones unilaterales. La diversificación de socios y la búsqueda de acuerdos multilaterales parecen ser las vías más sólidas para evitar futuros colapsos.
Constataciones finales
Este episodio confirma que la economía global ya no se mueve en un escenario de certezas ni de reglas claras. Los aranceles y las represalias son expresiones visibles de un conflicto más profundo: la competencia por la hegemonía tecnológica, económica y geopolítica.
Para Chile y América Latina, la invitación es a observar con atención, a adaptar estrategias y a fortalecer la autonomía en un mundo cada vez más fragmentado y desafiante. La historia de esta escalada comercial no concluye con un simple aumento arancelario, sino que marca un antes y un después en la forma en que se entienden y se gestionan las relaciones internacionales.
Fuentes consultadas: Reuters, Diario Financiero, análisis de expertos en comercio internacional y economía regional.