
En un escenario político marcado por la volatilidad y la fragmentación, Evelyn Matthei se ha consolidado como la principal candidata de la derecha chilena para las elecciones presidenciales de 2026. Según el sondeo de Criteria publicado en abril, Matthei lideraba con un 31% de las preferencias, un posicionamiento que a diciembre mantiene su fuerza, a pesar de las tensiones internas que han surgido en su coalición.
Su liderazgo no ha sido un camino exento de desafíos. La derecha chilena, compuesta por sectores que oscilan entre el pragmatismo moderado y posturas más radicales, ha vivido un pulso constante. "Matthei representa una opción que puede unificar el voto de derecha, pero también enfrenta críticas desde el ala más conservadora que cuestiona su estilo y algunas posiciones políticas," comenta el analista político Diego Fuentes.
Por otro lado, la irrupción de figuras como José Antonio Kast y la persistencia de discursos más extremistas han tensionado la estrategia electoral. Kast, quien en los sondeos alcanzó un 15%, ha mantenido una base sólida que exige una agenda más dura en temas de seguridad y migración, contrastando con el enfoque más institucional y moderado que propone Matthei.
Desde la oposición, las reacciones también son diversas. La centroizquierda, representada por figuras como Carolina Toha y Jeannette Jara, ha buscado capitalizar la fragmentación de la derecha, aunque sin lograr consolidar aún un liderazgo claro. "La derecha tiene un candidato fuerte, pero la incertidumbre está en cómo la oposición logrará articular una alternativa viable," señala la politóloga María Elena Rojas.
A nivel ciudadano, la percepción es ambivalente. Sectores urbanos y de clase media muestran una inclinación hacia la estabilidad que Matthei promete, mientras que movimientos sociales y jóvenes críticos cuestionan su historial y plantean la necesidad de un cambio más profundo.
La aprobación del gobierno actual, con un 29% estable y una desaprobación que ronda el 60%, influye también en la dinámica electoral, marcando un escenario donde la desafección política es un factor clave.
Finalmente, la carrera presidencial que lidera Matthei refleja más que una simple competencia electoral: es un espejo de las tensiones que atraviesan la derecha chilena y la sociedad en general. La consolidación de su candidatura no garantiza la unidad del sector ni el éxito electoral, mientras que la oposición enfrenta el reto de renovarse y articular un proyecto convincente.
La conclusión evidente es que, más allá de las cifras, el proceso electoral chileno se encuentra en un punto de inflexión donde las certezas son pocas y las disputas internas, públicas y privadas, definen el futuro político del país.