El liderazgo agrícola chileno bajo presión: el ascenso imparable del agro peruano

Un cambio tectónico en el mapa agrícola sudamericano se ha ido gestando con paciencia y velocidad en la última década. Perú, que hasta hace poco era un actor emergente, ha logrado superar a Chile en exportaciones de frutas para 2025, un hito que no solo marca un quiebre histórico, sino que desnuda las profundas diferencias en las estrategias nacionales de ambos países.

El contraste es nítido. Mientras Chile ostentó durante más de treinta años el liderazgo en mercados clave como uva de mesa, arándanos, paltas y hortalizas, hoy esos espacios se inclinan hacia el sur peruano. Este fenómeno no es casualidad, sino resultado de una combinación de factores que Perú ha sabido capitalizar: una legislación tributaria que reduce el impuesto a la renta al 15%, un ambicioso plan de inversión de US$24 mil millones para ampliar su frontera de riego en un millón de hectáreas, y un clima que permite cosechas más tempranas y continuas.

Maritrini Lapuente, directora ejecutiva de Viveros de Chile, no oculta su preocupación: "No hay cómo competirles". Su diagnóstico refleja la sensación de urgencia que se respira en el sector empresarial chileno, que ha incrementado en un 25% las consultas a PromPerú, buscando entender y responder a este desafío.

Sin embargo, esta historia no es solo la de un competidor que gana terreno, sino también la del espejo donde Chile se ve reflejado con sus propias debilidades. Las trabas regulatorias, la ausencia de una política hídrica nacional coherente, la incertidumbre tributaria y una crisis política prolongada han erosionado la capacidad chilena para mantener su hegemonía agrícola. Mientras Perú avanza con reglas claras y un horizonte estratégico definido, Chile debate desde hace años sin llegar a consensos efectivos para modernizar su agro.

Desde una perspectiva política, las posturas se dividen. Algunos sectores llaman a una reforma profunda que incluya incentivos para la inversión y una agenda hídrica urgente; otros alertan sobre los riesgos de una apertura desmedida y la necesidad de proteger la producción local. En regiones agrícolas chilenas, el impacto ya se siente en términos de pérdida de mercado y empleo, generando inquietud social.

Por su parte, Perú enfrenta su propia paradoja: a pesar de la inestabilidad política que ha marcado los últimos años, su modelo exportador agrícola sigue ganando tracción, impulsado por políticas económicas estables y una visión de largo plazo que Chile parece haber postergado.

En definitiva, el ascenso peruano no solo desafía la supremacía chilena sino que obliga a repensar el futuro del agro nacional. El liderazgo no se perdió de un día para otro, pero hoy la competencia corre más rápido y con reglas más claras. La pregunta que queda en pie es si Chile podrá superar sus propias divisiones y adoptar una estrategia que le permita recuperar terreno o si su horizonte agrícola seguirá estrechándose en beneficio del vecino del norte.

Este episodio, más que una simple rivalidad comercial, es un llamado a la reflexión profunda sobre las políticas públicas, la gestión de recursos y la capacidad de adaptación en un mundo donde la competencia global no perdona vacilaciones.