
Una derrota que duele y desgarra
El 29 de junio de 2025, Jeannette Jara, militante comunista, se impuso con más del 60% de los votos en las primarias del oficialismo, eclipsando a Carolina Tohá, candidata del Socialismo Democrático (SD), que apenas alcanzó el 28%. Este resultado no solo marcó un revés electoral, sino que desnudó la profunda crisis interna de un bloque que, durante años, intentó mantener una identidad propia dentro de la centroizquierda.
La derrota de Tohá fue el detonante de una serie de tensiones y cuestionamientos dentro del SD, particularmente en el Partido Socialista (PS) y el Partido Por la Democracia (PPD), que se tradujeron en reclamos por la estrategia de campaña y el liderazgo del comando.
“El comando fue como armar a una generación perdida. Nunca supe cuál era la estrategia de campaña, nunca lo supe”, confesó Osvaldo Andrade, expresidente del PS, reflejando la sensación de desconcierto que imperó.
Una coalición fracturada, un proyecto diluido
El Socialismo Democrático, otrora bastión de la centroizquierda chilena, enfrenta hoy una crisis de identidad profunda. La columna de opinión de Paula Escobar publicada en abril de 2025 anticipaba esta autodestrucción inconsciente: la pugna interna y la falta de definición clara sobre qué representa hoy el SD han llevado a una fragmentación que pone en riesgo su vigencia política.
“El Socialismo Democrático se ha acabado como proyecto político porque ha renunciado a defender sus propios idearios y legado histórico”, analiza un editorial crítico del bloque.
Esta pérdida de rumbo se refleja en la incapacidad del PS y sus aliados para marcar diferencias con el PC, y en la ambivalencia con que enfrentan la candidatura de Jara, cuya propuesta programática ha sido objeto de cuestionamientos internos por su falta de concreción en temas económicos y de política internacional.
La batalla por el comando y el programa
Tras las primarias, la conformación del comando de Jara se volvió un campo de batalla. El Socialismo Democrático intentó imponer límites y condiciones, especialmente en la elaboración del programa económico, buscando controlar las propuestas que la candidata presentaría al país.
En julio de 2025, dirigentes del SD presionaron para que Jara definiera rápidamente su equipo económico y programático, argumentando que ello daría señales de amplitud y certezas a los mercados. Sin embargo, la propia Jara optó por un proceso más pausado, consciente de las tensiones internas y las desconfianzas entre los partidos oficialistas.
El PPD, por ejemplo, vivió un fuego cruzado tras la derrota de Tohá. Mientras algunos sectores intentaban condicionar el respaldo a Jara a garantías programáticas, la bancada de diputados, mayoritariamente independiente, rechazó esas imposiciones, evidenciando la fragmentación interna.
Tensiones con el Frente Amplio y el desgaste del oficialismo
El conflicto no se limitó al interior del SD. En junio de 2025, los partidos del bloque decidieron restarse de una reunión de coordinación con el Frente Amplio (FA) en señal de molestia por el tono crítico y las campañas que el FA lanzó contra la ex Concertación, representada por el PS y el PPD.
“Ha sido casi al nivel de grosería lo que ocurre (...) Es una pena, porque hemos tratado de trabajar estos años de gobierno con distintas visiones políticas”, señaló Paulina Vodanovic, presidenta del PS, reflejando el clima crispado.
Este distanciamiento evidenció la dificultad del oficialismo para mantener una coalición cohesionada, justo cuando enfrenta una oposición que se fortalece y un electorado cada vez más fragmentado.
¿Qué se puede concluir?
La historia del Socialismo Democrático en 2025 es la de un bloque que, tras años en el poder, enfrenta las consecuencias de no haber sabido construir ni defender con claridad un proyecto político propio. La derrota electoral de sus candidatos, las tensiones internas, y la falta de un programa claro y consensuado son síntomas de una crisis profunda.
La candidatura de Jeannette Jara, aunque ganadora en las primarias, no ha logrado disipar las dudas ni unificar plenamente al oficialismo. La pugna por el control del comando y la elaboración del programa reflejan el choque entre fuerzas políticas con visiones disímiles, que aún no encuentran un equilibrio.
En este escenario, la pregunta que queda en el aire es si el Socialismo Democrático podrá reinventarse para recuperar su identidad y rol político, o si su desdibujamiento actual marcará el fin de un ciclo histórico dentro de la centroizquierda chilena.
El coliseo político sigue abierto, con sus gladiadores enfrentados, y los espectadores, nosotros, atentos a cómo se resuelve esta tragedia ajena que define el futuro del país.