
Un partido en el limbo: el domingo 30 de noviembre de 2025, el Partido de la Gente (PDG) realizó una consulta interna para definir su postura ante la segunda vuelta presidencial. El resultado fue contundente: un 78% de sus militantes optó por anular el voto, frente a un 20% que se inclinó por José Antonio Kast y un 2% por Daniel Jara.
Franco Parisi, líder y rostro visible del PDG, salió rápidamente a aclarar la postura del partido, enfatizando que 'no somos ni fachos ni comunachos'. A través de sus redes sociales, Parisi argumentó que el PDG representa a la clase media y que su foco está en 'poner en el centro las buenas ideas para la gente', evitando así encasillarse en los tradicionales bloques políticos.
Un voto nulo que habla más que un apoyo. Esta decisión no solo refleja un rechazo a las candidaturas en competencia, sino que también expone la crisis de representación y confianza que afecta a sectores importantes de la ciudadanía. Desde la perspectiva del PDG, el voto nulo es una forma legítima de expresar descontento con las alternativas disponibles, una señal que apunta a la necesidad de repensar el sistema político.
Voces encontradas en el espectro político. Mientras sectores de derecha califican al PDG como un grupo inconsistente o incluso cercano a la izquierda, y algunos desde la izquierda lo acusan de ser un refugio para posturas conservadoras, Parisi rechaza ambas etiquetas. Esta ambigüedad ha generado un espacio de tensión y debate, donde la identidad del PDG se encuentra en disputa.
En regiones, el impacto del PDG y su postura también es diverso. En zonas urbanas, especialmente entre jóvenes y trabajadores informales, el partido mantiene un apoyo significativo, vinculado a su discurso de clase media y soluciones pragmáticas. Sin embargo, en sectores rurales y más tradicionalistas, la percepción es más crítica, considerando que el PDG carece de un proyecto claro.
¿Qué se puede concluir? En primer lugar, el resultado de la consulta y la reacción de Parisi evidencian una fractura profunda en la política chilena, donde los partidos emergentes buscan escapar de las polarizaciones históricas. El voto nulo del PDG no es solo un gesto de rechazo, sino una declaración de identidad que desafía el binomio izquierda-derecha.
Sin embargo, esta estrategia también conlleva riesgos: la indefinición puede diluir la influencia del PDG en el futuro político inmediato y generar desconfianza entre sus propios seguidores.
Finalmente, el episodio invita a reflexionar sobre la crisis de representación y la necesidad de formatos políticos más inclusivos y flexibles, capaces de captar la complejidad de una ciudadanía que no se siente representada por las opciones tradicionales. En este escenario, el PDG se presenta como un actor incómodo y, a la vez, revelador de las tensiones que atraviesan a Chile hoy.
Fuentes consultadas incluyen reportes de La Tercera, análisis de expertos en ciencia política y testimonios directos de militantes del PDG.
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