
Desde el 18 de marzo de 2025, el frágil alto el fuego en la Franja de Gaza se rompió, sumergiendo nuevamente a esta región en un ciclo de violencia que no da señales de ceder. En las últimas 24 horas, al menos 60 personas murieron y 162 resultaron heridas en ataques israelíes contra Gaza, según el Ministerio de Sanidad local. Este dato no es un simple número, sino el reflejo de un conflicto que, tras años de desencuentros y sufrimientos, sigue cobrando vidas inocentes.
Gran parte de las víctimas son mujeres y niños, un patrón que ha sido constante en esta ofensiva. Desde que Israel retomó los ataques en marzo, se contabilizan más de 1.300 palestinos muertos y miles de heridos. La cifra total desde el inicio de la ofensiva en octubre de 2023 supera los 50.000 muertos y 115.000 heridos, según fuentes médicas del enclave. UNICEF alerta que cada día mueren o resultan heridos al menos 100 niños, un dato que pone en evidencia la dimensión humanitaria de la crisis.
Por un lado, el gobierno israelí sostiene que sus ataques están dirigidos contra "terroristas" y que han eliminado cerca de 250 combatientes en esta nueva fase de la ofensiva. “Estamos defendiendo a nuestra población de ataques constantes,” argumentan autoridades israelíes, que insisten en la legitimidad de sus operaciones militares.
Por otro lado, las autoridades palestinas y organizaciones internacionales denuncian que la ofensiva no distingue entre combatientes y civiles, y que las acciones israelíes constituyen una grave violación de los derechos humanos. “Estamos frente a una masacre sistemática que afecta especialmente a los más vulnerables,” señala un portavoz de la Organización Mundial de la Salud.
La comunidad internacional se encuentra dividida. Algunos países mantienen su apoyo a Israel, enfatizando su derecho a la defensa, mientras otros condenan la escalada y piden un cese inmediato de hostilidades. En América Latina, voces críticas exigen mayor compromiso humanitario y llaman a la mediación para evitar un conflicto que parece no tener fin.
En Chile, el debate se ha polarizado entre quienes defienden la postura israelí y quienes solidarizan con la población palestina, reflejando una sociedad que se enfrenta a un dilema ético y político complejo.
Este episodio es más que un reporte de víctimas: es un espejo de la incapacidad global para resolver un conflicto que se ha prolongado por décadas. La violencia en Gaza no sólo genera un costo humano devastador, sino que alimenta resentimientos y ciclos de venganza que dificultan cualquier avance hacia la paz.
La persistencia de estas hostilidades expone la fragilidad de los acuerdos internacionales y la urgencia de mecanismos efectivos de protección civil. Además, evidencia la necesidad de un debate profundo sobre las responsabilidades de los actores involucrados y la comunidad global.
El sufrimiento humano, el despliegue militar y las narrativas enfrentadas conforman un escenario donde la tragedia es la protagonista, y el espectador queda invitado a no perder de vista que detrás de cada cifra hay vidas, historias y un futuro incierto.