
En la noche del 4 de abril de 2025, Santiago fue testigo del retorno de Shakira al Estadio Nacional, un evento que fue mucho más que un concierto: fue el coliseo donde se enfrentaron la estrella, su público y las múltiples dimensiones que hoy definen su figura.
Tras la cancelación de sus shows en marzo debido a problemas técnicos, Shakira regresó con un mensaje cargado de emoción: "Por ustedes me salto cualquier obstáculo... como una loba que va corriendo a encontrarse con su manada chilena". Así abrió un espectáculo que, en rigor, no dejó nudo suelto. La artista desplegó un show que fue una apabullante demostración de control total: música, coreografía, vestuarios, pantallas y narrativa personal se amalgamaron en un espectáculo que, según críticas especializadas, la posiciona en la élite del pop femenino en español.
El concierto fue un viaje por las distintas facetas de Shakira, desde la joven rebelde de "Pies descalzos" hasta la madre protectora representada como una loba que cuida a sus cachorros en las animaciones. La artista recorrió sus éxitos con impecable voz y dominio corporal, con 13 cambios de vestuario y una puesta en escena que combinó lo íntimo y lo grandioso.
"Mejor que Taylor Swift", dijo una asistente, aludiendo a la magnitud y perfección del show. Pero más allá de comparaciones, lo cierto es que Shakira ha logrado construir un espectáculo que es a la vez musical, visual y emocional, un musical pop que refleja su recorrido artístico y personal.
Desde la óptica de sus seguidores, la vuelta fue un acto de amor y compromiso. La conexión generacional fue palpable: madres e hijas cantaron juntas, y el público coreó desde los clásicos de los 90 hasta sus recientes colaboraciones urbanas con Bizarrap y Karol G.
Pero no todo es brillo sin sombras. Algunos analistas culturales advierten sobre la tensión entre la imagen pública y la persona real, cuestionando el uso de su vida privada y familiar como parte del espectáculo. La transformación de Shakira en una marca global implica también un control férreo detrás de escena, donde la espontaneidad y la rebeldía se ajustan a un producto pulido y comercial.
Una periodista colombiana que la acompañó en la gira describió la complejidad de la empresa que dirige detrás del escenario, donde cada detalle es supervisado por la propia artista.
Este regreso también se inscribe en un año donde Shakira se posiciona como la única latina entre las giras más exitosas del 2025, con ventas millonarias y una presencia que trasciende la música para convertirse en fenómeno social y cultural.
Además, su reciente declaración sobre el miedo constante que vive como inmigrante en Estados Unidos añade una capa de vulnerabilidad y compromiso social a su figura, que se refleja en la temática de su última gira, "Las mujeres ya no lloran".
Shakira es hoy una artista que encarna múltiples roles: estrella global, empresaria, madre, símbolo cultural y figura pública con voz propia sobre temas sociales. Su regreso a Chile no solo fue un show, sino una puesta en escena de esa complejidad, donde la fragilidad y la fortaleza coexisten.
Para sus fans, es la loba que vuelve a su manada; para sus críticos, un producto cultural cuidadosamente elaborado; para la cultura popular latinoamericana, un referente que continúa redefiniendo el pop en español.
En definitiva, la noche en Santiago fue un recordatorio de que detrás de cada estrella hay un entramado de historias, tensiones y desafíos que merecen ser vistos con mirada crítica y profunda, más allá del brillo inmediato del espectáculo.