
En las últimas semanas, el mercado cambiario chileno ha vivido un episodio de alta tensión, con el dólar cerrando el 4 de abril de 2025 a 980,39 pesos, reflejando un aumento del 3,42% en solo un día. Este fenómeno no fue un evento aislado, sino la culminación de una serie de factores internacionales y locales que pusieron al peso chileno en el centro de un debate que va más allá de la simple cotización.
El origen de esta volatilidad se remonta a las tensiones comerciales globales, principalmente entre Estados Unidos y China, que impactaron los mercados emergentes. Chile, como economía abierta y dependiente de las exportaciones, sintió con fuerza estas sacudidas. Bloomberg reportó que el peso fue la segunda moneda emergente con mayores pérdidas frente al dólar ese viernes, una señal clara de la vulnerabilidad externa.
Sin embargo, esta crisis momentánea abre una ventana para reflexionar sobre problemas estructurales que limitan el crecimiento chileno. Según el Banco Central, aunque se proyecta un crecimiento del PIB real de 2,2% para 2025, este repunte es frágil y no garantiza estabilidad a largo plazo. Los expertos señalan que la baja inversión extranjera directa, que permanece por debajo de niveles de hace una década, y la limitada productividad son obstáculos que no se superan con ajustes monetarios o fiscales de corto plazo.
Aquí se despliegan distintas perspectivas que ilustran el complejo escenario:
- Desde el sector político conservador, se enfatiza la necesidad de mantener políticas fiscales responsables y evitar aumentos de impuestos que puedan desalentar la inversión, especialmente en momentos de incertidumbre global.
- En contraste, voces progresistas y sociales exigen reformas profundas, incluyendo un impuesto a la riqueza y mayores inversiones en educación e infraestructura, para atacar la desigualdad persistente y estimular un crecimiento más inclusivo.
- A nivel regional, economías dependientes de la minería y exportación de materias primas observan con preocupación que la fluctuación del peso impacta directamente en sus ingresos y capacidad de inversión, generando incertidumbre en las comunidades locales.
En la ciudadanía, el efecto se traduce en un aumento de la ansiedad económica, con hogares que enfrentan precios de combustibles y alimentos por encima de la tendencia histórica, lo que erosiona el poder adquisitivo y alimenta la desconfianza en las instituciones.
Como señala un economista consultado por Infobae, “la recuperación de Chile es un acto de equilibrio entre factores externos y decisiones internas, donde la política económica debe ser prudente pero también audaz para enfrentar desafíos estructurales”.
Finalmente, la experiencia de estos meses confirma que la economía chilena está en una encrucijada. La volatilidad del peso no es solo un síntoma de coyuntura, sino un espejo que refleja problemas más profundos: la necesidad de un modelo económico que combine estabilidad macroeconómica con justicia social y desarrollo sostenible.
Este episodio deja en claro que las soluciones rápidas, aunque necesarias para calmar los mercados, no serán suficientes para evitar nuevas crisis. La apuesta está en construir consensos que permitan reformas estructurales, con un diálogo abierto entre todos los actores, desde el mundo político hasta las comunidades afectadas.
Así, la historia del peso chileno en 2025 es también la historia de un país que debe decidir qué tipo de crecimiento quiere y cómo quiere enfrentar las tensiones internas y externas que lo desafían.