
El domingo 30 de noviembre de 2025 marcó un antes y un después para la televisión chilena. Por primera vez, la medición oficial de rating incorporó una metodología híbrida que suma la audiencia de televisión abierta, cable, plataformas digitales y dispositivos móviles, abarcando un universo de 16,6 millones de personas. Este salto tecnológico, impulsado por Kantar Ibope Media, no solo actualiza las cifras, sino que redefine el terreno donde compiten los canales tradicionales y los nuevos actores digitales.
Ignacio Mirchak, Country Leader de Kantar Ibope Media en Chile, enfatizó que 'la forma en que consumimos contenido cambió radicalmente con la digitalización y la medición de audiencia también debía evolucionar'. La incorporación del People Meter 7 y el Focal Meter —que registran la audiencia en pantallas inteligentes, tablets y smartphones— permite conocer el alcance real y absoluto de los contenidos, no solo en porcentaje sino en número exacto de espectadores. Esto representa un avance significativo para anunciantes y programadores, que podrán optimizar su inversión y estrategias.
Sin embargo, esta revolución trae consigo tensiones y desafíos. Desde la perspectiva de los canales tradicionales como Chilevisión, Mega, Canal 13 y TVN, la nueva medición revela una competencia más fragmentada y compleja. La audiencia ya no es un bloque homogéneo frente al televisor, sino un mosaico de plataformas y horarios. Mientras algunos ven en esta transformación una oportunidad para diversificar contenidos y formatos, otros alertan sobre la erosión de las audiencias históricas y la presión para adaptarse a un mercado digital acelerado.
En el plano social, la audiencia chilena refleja un cambio generacional y cultural. Por primera vez, YouTube supera en consumo a la televisión tradicional en celulares y computadores, según los datos recopilados. Esta migración no solo implica un cambio en el canal, sino en la naturaleza del contenido: más personalizado, interactivo y fragmentado.
Desde una mirada política y regional, la nueva medición pone en evidencia brechas en el acceso a tecnologías digitales, especialmente en zonas rurales y sectores socioeconómicos más bajos. Esto genera un debate sobre la representatividad y equidad en las mediciones y en la oferta de contenidos. Mientras las grandes urbes disfrutan de una amplia gama de plataformas, otras regiones mantienen hábitos más tradicionales, lo que podría influir en la configuración del mercado y la diversidad cultural televisiva.
En definitiva, este cambio en la forma de medir el rating no es solo un ajuste técnico, sino una ventana a las transformaciones profundas en el consumo mediático chileno. La televisión abierta ya no domina el escenario de manera exclusiva, sino que convive y compite con plataformas digitales que modifican la experiencia del espectador y el negocio audiovisual.
Las consecuencias son múltiples: desde la necesidad de que los canales tradicionales reinventen sus estrategias, hasta la urgencia de políticas públicas que consideren la brecha digital y promuevan la inclusión cultural. Para los espectadores, esta transición invita a repensar el rol de la televisión en su vida cotidiana y a asumir una mirada crítica sobre el consumo de contenidos.
Este episodio confirma que el ecosistema mediático chileno está en plena metamorfosis. La vieja disputa por el rating ahora se libra en un campo más amplio y complejo, donde la tecnología, la economía y la cultura se entrecruzan en un desafío que apenas comienza.