
En abril de 2025, una nueva ronda de aranceles entre China y Estados Unidos encendió una batalla comercial que, con meses de distancia, revela sus profundas ramificaciones en la economía mundial y las relaciones internacionales.
El 4 de abril, China respondió con aranceles de hasta un 34% a productos estadounidenses, en represalia a la decisión de la administración Trump de elevar sus gravámenes hasta un 54% sobre bienes chinos. La medida incluyó además restricciones a exportaciones estratégicas, como tierras raras, esenciales para la industria tecnológica global.
Este pulso no solo se tradujo en cifras: los mercados bursátiles sufrieron caídas significativas, con pérdidas superiores al 3% en Europa y una ola de incertidumbre que se extendió a Asia y América Latina. La volatilidad evidenció la interdependencia económica y la fragilidad del sistema comercial global.
Desde Washington, la administración Trump defendió su postura como necesaria para proteger empleos y la propiedad intelectual estadounidense, argumentando que China había violado normas internacionales y prácticas comerciales justas. “Es una medida para nivelar la cancha y enfrentar prácticas desleales”, declararon funcionarios norteamericanos.
Pekín, por su parte, calificó la acción como una “intimidación unilateral que amenaza la estabilidad del orden económico global”. Además, el gobierno chino vinculó las medidas a su reclamo soberano sobre Taiwán, incorporando sanciones contra empresas estadounidenses involucradas en cooperación militar con la isla.
En América Latina, expertos y empresarios miraron con preocupación la escalada. Para economistas, “la guerra comercial reconfigura las cadenas de suministro, afectando especialmente a países exportadores de materias primas y manufacturas intermedias”, mientras que sectores productivos alertaron sobre la incertidumbre para inversiones y acuerdos comerciales.
Con más de siete meses desde el inicio del conflicto, se observan efectos claros: una ralentización en el crecimiento económico global, diversificación acelerada de proveedores y un aumento en la búsqueda de acuerdos bilaterales alternativos. En Chile, la minería y la agricultura sienten el impacto indirecto, entre la volatilidad de precios y la demanda fluctuante.
Pero más allá de lo económico, este episodio desnuda la fragilidad del multilateralismo y la necesidad urgente de fortalecer mecanismos internacionales que prevengan y resuelvan disputas comerciales sin recurrir a medidas punitivas que afectan a terceros.
La disputa China-Estados Unidos en 2025 no es solo una pelea de aranceles, sino un espejo donde se reflejan tensiones geopolíticas, desafíos económicos y dilemas éticos sobre el comercio global. La historia aún está en curso, pero sus lecciones ya invitan a repensar cómo se construye la cooperación en un mundo interconectado y polarizado.
2025-11-11
2025-11-12