
Un escenario de contradicciones se ha desplegado en los últimos meses en torno a Estados Unidos, cuya imagen como la potencia hegemónica mundial se ha visto cuestionada por análisis que lo presentan simultáneamente como víctima y victimario en la arena internacional. Desde abril de 2025, múltiples informes y debates públicos han puesto en jaque la narrativa tradicional sobre su papel global, generando un coliseo discursivo donde se enfrentan intereses, percepciones y realidades complejas.
El punto de partida se sitúa en la publicación de un artículo en abril de 2025, que cuestionaba la coherencia entre la posición de EE.UU. como principal potencia y su autodefinición como víctima de amenazas externas y críticas internacionales. Este cuestionamiento se viralizó en redes sociales y fue retomado por medios de comunicación en América Latina y Estados Unidos, desatando un análisis más profundo sobre las causas y consecuencias de esta aparente paradoja.
Desde la óptica política estadounidense, algunos sectores defienden la idea de una nación bajo constante asedio, víctima de ataques económicos, ciberataques y presiones diplomáticas, especialmente en el contexto de tensiones con potencias emergentes como China y Rusia. “Somos el blanco de una campaña global para socavar nuestra influencia y estabilidad interna”, afirmó un alto funcionario del Departamento de Estado en mayo de 2025.
Por otro lado, voces críticas dentro del propio país y en América Latina enfatizan el rol de Estados Unidos como victimario, apuntando a intervenciones militares, políticas de sanciones económicas y estrategias geopolíticas que han afectado la soberanía y desarrollo de países de la región. “EE.UU. no puede reclamar victimización cuando su historia está marcada por intervenciones que han desestabilizado gobiernos legítimos”, señaló una académica chilena especializada en relaciones internacionales.
En el plano regional, gobiernos y movimientos sociales latinoamericanos han exhibido un abanico de reacciones, desde la desconfianza hasta el intento de diálogo pragmático. Algunos países han reforzado alianzas con potencias alternativas, mientras otros mantienen una postura de balance entre cooperación y crítica.
Este enfrentamiento discursivo no surge en el vacío. El legado de la Guerra Fría, las intervenciones en América Latina durante el siglo XX y la evolución de la economía global han configurado un escenario donde la percepción de Estados Unidos oscila entre protector y agresor. La creciente desigualdad y la crisis climática también juegan un papel en cómo se interpretan las acciones y responsabilidades de la potencia.
Tras ocho meses de debates, análisis y confrontaciones, algunas certezas comienzan a emerger:
- La narrativa de víctima y victimario no es excluyente; ambas pueden coexistir dependiendo del prisma desde el cual se observe la realidad.
- Este debate ha impulsado una mayor exigencia de transparencia y responsabilidad en la política exterior estadounidense.
- En América Latina, ha fortalecido la búsqueda de autonomía estratégica, diversificando relaciones internacionales y cuestionando viejos paradigmas.
En definitiva, el duelo entre las voces que ven a Estados Unidos como víctima o victimario ha revelado más que una disputa retórica: ha expuesto las tensiones inherentes a un mundo multipolar en transición, donde las verdades absolutas se diluyen y la complejidad se impone.
Este episodio invita a los ciudadanos y analistas a mirar más allá de titulares inmediatos y a comprender los entramados históricos y geopolíticos que moldean nuestras realidades compartidas.
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Fuentes consultadas: Diario Financiero (abril 2025), análisis académicos de universidades chilenas, declaraciones oficiales del Departamento de Estado de EE.UU., informes de organismos internacionales y movimientos sociales latinoamericanos.
2025-04-04